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domingo, 16 de abril de 2017

Viña Rock, + que un festival

Se dice pronto, veintidos años; en número, 22, los dos patitos. Pues bien, esas han sido las ediciones que he podido disfrutar de un festival de rock, o algo más que un festival, mucho más: el Viña Rock.
Durante todo este tiempo he asistido al evento ininterrumpidamente en diversas facetas, desde simple asistente, hasta colaborador con la organización, pasando por los muchos años que he asistido en calidad de periodista. Con el tiempo tengo que reconocer que ya van varios años que ni miro el cartel, ni tan siquiera me pongo a valorar cuestiones artísticas. Simplemente acudo de forma testimonial, con la motivación de comprender cómo es posible que este festival haya evolucionado de la forma que lo ha hecho.

Viña Rock, año 2001.

Un evento sociológico.
Valga simplemente hacer una pequeña cuenta. Cada edición recibe unas 100.000 visitas, aunque para hacer la proyección que busco habrá que tomarse alguna licencia. En efecto no se puede multiplicar 22 ediciones por 100.000, lo que nos daría más de dos millones. Primero, porque no todas las ediciones han podido recibir tanto personal y segundo porque muchos asistentes repiten, aunque sea unos años, como es mi caso. Dejémoslo en un millón. Quiere esto decir, con toda la reserva sobre el dato, que un millón de personas han visitado la ciudad donde tiene lugar el festival en algún momento de su vida, pero afinaré más, pues hay que acotar el universo de edades desde los aproximadamente 18 años hasta los 50, que es donde se concentra el público que viene o ha venido al Viña. En definitiva, que un importante porcentaje de la juventud española ha pasado por la ciudad de Villarrobledo con ocasión del Viña Rock, sin duda, una realidad sociológica.
A diferencia de otros festivales, también de abolengo, como pueda ser el FIB, el Viña se nutre exclusivamente de jóvenes españoles, no extranjeros, y entre ellos casi es obligado plantearse, una vez que llega la primavera, si van a ir al Viña Rock. Sencillamente hablamos de una referencia para los jóvenes, tanto como las grandes fiestas tradicionales tales como un San Fermin o unas Fallas. Y ¿cómo hemos llegado a esta situación?

Cobertura mediática. 
Lo más curioso de todo es que el Viña Rock ha vivido tradicionalmente cierto desdén por parte de los medios de comunicación. Mientras que el FIB, por ejemplo, aparecía como una referencia de los cambios culturales de la juventud en los que los festivales empezaban a ser una de sus principales manifestaciones a partir de los 90; el Viña Rock nunca aparecía en los medios, sino que se iba consolidando como una experiencia realmente alternativa, ajena a modas y a vaivenes.
El Viña, un festival alternativo
Sólo Radio 3 confiaba en los primeros años en esta expresión, en lo que a medios convencionales respecto, ya que el Viña se basada en vías de comunicación también alternativos, primero los casi extintos pasquines y después toda la explosión de la promoción on-line. Súmese a la sazón el siempre recurrido boca a boca, que le hacía convertirse en toda una referencia para los jóvenes dotándolo de un halo de "autenticidad" difícil de repetir. Así fue como se consolidó el festival, mostrándose como un festival alternativo, más en este aspecto que en otros, ya que a nivel musical su apuesta fue clara, la producción del rock en español o en cualquiera otra lengua del territorio nacional, catalán , euskera o allego. Rara vez, inglés o algún otro. En definitiva una rara avis en el mundo de los festivales y aún así marcando siempre su impronta.



Capacidad de supervivencia.
Por referencias anteriores pudiera parecer que, durante estos 22 años, todo ha sido un camino de rosas, y esto no ha sido así, antes al contrario. Ha pasado por muy malos momentos, desde la perspectiva económica, cuando amenazaba ruina, o cuando estuvo a punto de irse a Benicassim, llevándose la marca por una edición, pero el Viña auténtico siguió en Villarrobledo, donde indefectiblemente queda asociado. Viña Rock, una referencia para la juventud y para una ciudad que es conocida entre buena parte de la población española por este festival. Pese a todo continúa con alguna de sus características intactas, marca tendencias y es toda una referencia. Y valga de nuevo un ejemplo.
Precisamente ayer pude ver cómo Los del Río pasaban por un festival, el SanSan a modo de reconocimiento por su trayectoria. Lo mismo que ocurrió en el Sonorama, en 2014 con Raphael, aunque de nuevo la sorpresa. El Viña ya apostaba por homenajear a los clásicos de la fiesta por ejemplo en 2009 con Los Chichos o con Peret en el 2008, aunque bueno, algunos es que sencillamente no se fueron nunca como puedan ser los viejos rockeros, como Barón Rojo, Obús o Los Suaves. El caso es que si hay un festival que se haya caracterizado por esta tendencia de nuevo es el Viña, aunque otros hayan tenido de nuevo mayor repercusión en estos homenajes.

¿Por qué?
Tal vez los rockeros no son buenos, en realidad
Desconozco el porqué de este relativo silencio informativo sobre este festival, que sin duda es y ha sido uno de los principales festivales de la historia de España, marcando tendencias y consolidándose como una auténtica referencia de los festivales, pese a que no goce de los parabienes de las grandes empresas encargadas de la comunicación en este país. Tal vez siga siendo que los rockeros "no son buenos" o no somos tan buenos como otros y este género musical no termine de ser tan asumido como otros como expresión cultural de referencia. En cualquier caso, dónde podemos encontrar su acogida.
Supongo que su éxito radica en otras características, tales como la fidelidad de sus seguidores, que cómo yo, hayan podido acudir a todas sus ediciones, o en ese envoltorio genuino que lo envuelve, caracterizándolo como una referencia.
En cualquier caso este año volveré, creo que su auténtica grandeza es que sus participantes lo han construido entre todos. Hemos logrado hacerlo grande sencillamente asistiendo, por más que muchos no se hayan enterado o no se hayan querido enterar. Feliz 22, Viña Rock.
  

sábado, 8 de noviembre de 2014

El affaire Monago, el tamaño sí que importa.

En cuestiones de pareja el tamaño siempre ha sido algo importante ¿no?. O mejor dicho, la distancia y el número de veces; aunque no se debe interpretar esto en un sentido literal.
Evidentemente no es lo mismo ir a un hotelito próximo al senado a madurar quereres, que hacerlo a miles de kilómetros de distancia y en bussines
Sobre estos asuntos y su inmoralidad, dado que su legalidad es, desgraciadamente, irreprochable, cabría ponerse entre dos situaciones. ¿Aprovechó el señor Monago el echarse una novia en las Canarias para realizar labor de partido en las islas?, o, por el contrario, ¿aprovechó que realizaba labores políticas en Canarias para echarse una novia allí? Creo que la diferencia es notable ya que cambia el sentido del viaje: ir a trabajar o ir por placer.

Monago, ex-senador.
Se puede pensar que en su primer viaje a Canarias no tuviera la intención de ir a cultivar amistades, sino que iría por cuestiones de partido, luego la cosa cambiaría y volvió mas veces, la cosa fue a más: una tercera, y una cuarta, y dos veces al mes. Vemos como el número de veces -el tamaño- importa y mucho, pues puede certificar el cambio en la intencionalidad. Quede claro que siempre en el caso de que no lo hubiera pagado él y lo hubiera cargado al erario público.

En mis tiempos de corresponsal local no era raro que un senador o congresista de otra provincia visitara la mía para llevar a cabo una comparecencia pública o participar en actos relacionados con su partido fuera de su jurisdicción teórica. Era muy habitual en la estrategia de oposición del P.P y realmente nadie veía nada malo. Los populares buscaban criticar las carencias de los gobernantes del PSOE y dispersándose conseguían más presencia mediática. Engorroso y molesto por las continuas ruedas de prensa; pero hasta ahí todo correcto. Por poner un ejemplo, un senador, camino de Madrid, podía pasar por varios pueblos haciendo comparecencias y participando en actos varios. Claro que aquí la situación es diferente pues entre Extremadura y Madrid, Canarias pilla un poco lejos. El tamaño importa.
Sin embargo, por sembrar nuevas dudas, la disposición de algunos próceres del pais por realizar con celo su misión política puede significar que estén dispuestos al sacrificio y que viajaran a Tenerife multitud de veces a participar en actos de partido junto a los compañeros insulares, ¿una vez, dos, tres veces...? ¿Cuántas serían necesarias para cambiar la inicial centralidad laboral por la personal?  Parece que el tamaño y el número de veces sí que importa.
Probablemente las más de 30 veces que pasó significa que sencillamente acabó aprovechando el señor Monago, que se echó una novia en Canarias, para realizar viajes de placer y no laborales; aunque llevara a cabo acciones políticas. En éste caso, todavía estaría bien si lo pagara él y mal si lo pagara el erario, pues supone el paso de desconsideración hacia el ciudadano. Parece claro el corazón enturbia las mentes y el servicio profesional puede confundirse con el personal, pero también lo nubla el dinero...


La relación con las tarjetas Black.   
Un asunto oscuro
A mi juicio, en el asunto de las tarjetas Black ocurre algo similar y es que la dinámica es habitual en cierto tipo de corrupción. Entro a trabajar a un sitio y resulta que me pagan los gastos que, se supone, son de representación con una tarjeta.
Con ella pago una cena a unos clientes del banco que pueden realizar una importante labor social, bien. Pago el hotel de los miembros de una ONG que va a realizar un proyecto interesante y deben quedarse en Madrid para terminar de realizar el proyecto, bien. Me pago un viaje para tramitar un negocio de gran repercusión para la entidad, bien... No me cabe duda que este tipo de cosas entran sutilmente, sin ánimo de aprovecharse por parte del portador.
Que resulta que no hay ni rastro de solicitud de justificantes de las acciones realizadas, puede ser mosqueante, pero sigo con la labor, no voy a pagar yo algo que me genera el cargo, Claro que otra vez aquí el tamaño vuelve a importar y el límite está cercano. Me pago regalos, viajes y hasta la factura de la farmacia. De nuevo cruzamos el terreno de lo inmoral; aunque en este caso tampoco hay nada de ilegal, -por parte de los usuarios, supongo-. Sí por los promotores, que no declaran a Hacienda. No son, de hecho, gastos de representación.
Sin embargo, la práctica y la evolución de los casos está llevando a una pena moral que se está empezando a extender. Poco a poco se empieza a cumplir la condena de dimisión y devolución del dinero, siempre que no haya delito legal. En este último caso es cuestión de sumar multas o cárcel.

La infanta Cristina.
¡Hombre que bien que Iñaki gane dinero con su empresa, viene de perlas para los gastos familiares!; cumpleaños de los niños, un detallito por ahí, necesidades domésticas... Parece que la situación tiene visos de ser algo parecido: entra bien, sin sensación de irregularidad, pero acaba convirtiéndose en una cuestión ética al tratarse de dinero del contribuyente.
¿Solución? De nuevo parece imponerse la dimisión -renuncia de derechos de sucesión y del tratamiento de infanta- y devolución -reintegrar el dinero gastado. Vuelvo a insistir, siempre que no haya delito.
De qué se ríe la presunta defraudadora a gran escala, el día en que no supo qué decir.
La infanta Cristina. 
En definitiva, creo que se va definiendo de facto la forma de solucionar estos asuntos y el caso del congresista turolense que cayó rendido por la misma atractiva dama que Monago le ha dejado el nivel muy alto al ex-senador. Y eso que su tamaño es menor que el del senador -realizó menos viajes-. Sin embargo, la solución ha sido la misma: dimisión, y esperemos que devuelva el dinero.
Estoy seguro que cualquiera, yo el primero, habríamos caído rendidos sin darnos cuenta por los encantos de la dama canaria; también habríamos tirado de tarjeta black para gastos originalmente honorables y gastaríamos el dinero que gana nuestra pareja sin mal fin, aunque no sepamos de donde venía el dinero. Es como el monóxido de carbono, entra sin notarse; pero axfisia. Ahora bien, entiendo que el precio por el delito -y, sobre todo, si el tamaño es grande- empieza a ser aplicado de hecho y sin perdón en la sociedad actual: dimisión y devolución; aunque fuera realizado en otros tiempos en los que la exigencia moral era menor.
Sólo si Monago es capaz de demostrar que aprovechó sus multiples viajes laborales a Canarias para echarse una novia y no al revés, o que los de la tarjeta Black gastaron el dinero en cuestiones protocolarias y no en su beneficio personal, o que la infanta no hizo abuso de los bienes ilícitos de su marido, tendrán respeto ético y espiritual. Sin embargo, en la actual situación del país hay que hilar muy fino para demostrar esto y, hasta sin haber sido un "chico malo", parece que toca "dimisión y devolución".
Otros casos, como el de los ERES, el del nacionalismo catalán, los de la operacion Púnica o los del Gürtel merecerán otro tratamiento porque hay graves delitos tras ello; pero los del beneficio inocente empiezan a tener su propia sentencia: dimisión y devolución. La vida es así de dura.
Y no considero que hablamos de malas ni de buenas personas. Es más, incluso, parecen buenas en la mayoría de los casos; pero, señores y señoras de entrepierna y/o bolsillo facil, este es un mal momento para dejar de fumar y el tamaño siempre importa.