Es ocho de marzo (8-M) y las mujeres, especialmente ellas, han logrado en todo el mundo poner en candelero este año temas relacionados con la situación de discriminación que todavía viven en la sociedad actual.
La brecha salarial, los abusos en el ámbito doméstico y laboral o la violencia de género son quizá los más destacados de los aspectos reivindicados esta fecha, los que, sólo por su existencia, deberían abochornarnos como sociedad. Esta vez digo a "todos" y "todos" deberíamos involucrarnos de alguna forma en su solución. Yo lo haré para revindicar a un serie de mujeres que hicieron tanto por la cultura universal que habría que considerarlas como claves, por más que muchas veces pasan inadvertidas, lo que choca con la existencia y repercusión de otras apuestas reivindicativas bastante menos cultas que las llevadas a cabo por algunas de las más importantes mujeres que conformaron nuestro mundo.
La brecha salarial, los abusos en el ámbito doméstico y laboral o la violencia de género son quizá los más destacados de los aspectos reivindicados esta fecha, los que, sólo por su existencia, deberían abochornarnos como sociedad. Esta vez digo a "todos" y "todos" deberíamos involucrarnos de alguna forma en su solución. Yo lo haré para revindicar a un serie de mujeres que hicieron tanto por la cultura universal que habría que considerarlas como claves, por más que muchas veces pasan inadvertidas, lo que choca con la existencia y repercusión de otras apuestas reivindicativas bastante menos cultas que las llevadas a cabo por algunas de las más importantes mujeres que conformaron nuestro mundo.
Pero no quiero ser yo quien abandere este tipo de afirmaciones y citaré a otra mujer, Verena Von Der Heyden-Rynsch, quien intentó rescatarlo del olvido y escribió un significativo e igualmente poco conocido libro "Los salones europeos. Las cimas de una cultura femenina desaparecida", donde se habla de infinidad de casos en los que los salones llegaron a ser importantes amplificadores de la cultura en Europa, de manos de mujeres.
En cualquier caso, utilizo el género neutro plural acabado en -os o -es (que coincide en este caso con el masculino) para reforzar la idea de que para solucionar este horrible problema sí que debemos involucrarnos tanto mujeres como hombres. Por esa razón he decidido publicar este artículo un día como hoy, por más que llevo trabajándolo ya algunos años e incluso pienso ampliarlo próximamente ya que durante este 2018 tengo pensado publicar una novela al respecto "La Guerra de los Salones" -o como finalmente lo llame-.
El asunto no es baladí, se trata de la mayor aportación de la mujer a la historia de la cultura probablemente en toda la historia y que, como tantos otros protagonizados por mujeres, ha quedado en el más absoluto olvido.
Y en mi opinión, se trata de una impresión acertada y suscribo absolutamente la consideración de tenerlos como "cimas" de la cultura, pero para entenderlo antes nos deberíamos hacernos primero alguna que otra pregunta.
¿Qué son los salones?
Es fácil que la palabra "salón" quede asociada a actividades denigrantes para la mujer y no a lo que un día fueron: los más importantes centros de promoción y difusión del saber y la cultura desde los tiempos de la ilustración y hasta finales del XIX. Pues bien, los salones, en los casos más significativos, acabaron siendo controlados, especialmente en esta época, que es la que yo he estudiado, por mujeres. Sin embargo, no sólo hubo salones de este tipo en este siglo, pues han existido desde los tiempos de Hipatia de Alejandría, sin embargo es sobre estos sobre los que puedo hablar ya que son los que he conocido documentando mi novela.
El caso es que dos de los salones más afamados de la primera mitad de siglo fueron regentados por dos mujeres, a las cuales quiero rescatar del olvido en este artículo ya que incluso la mencionada autora alemana no les presta demasiada atención. Además considero crucial la aportación española en ellos, como después veremos.
El que fueran regentados por mujeres no es ninguna excepción, sino que hablamos de una auténtica regla, ya que mientras que los hombres se dedicaban a hacer la guerra en el contexto del romanticismo, eran las mujeres las que hacían la cultura y lo hacían desde el salón de sus casas.
Otro punto a destacar es que hay que entender que esta actividad tiene muchas veces un componente aristocrático y las "salonnieres" -que era como se las llegó a conocer- eran mujeres de alto abolengo, marquesas o duquesas -lo cual no creo que sea obstáculo para reconocer su valía- y, cuando hablamos de "su casa", debemos entenderlo como grandes palacios donde la aristocracia fomentaba a través también del mecenazgo y de grandes reuniones y fiestas el desarrollo cultural de la sociedad. Dos de estos salones, los más importantes para la trama de mi novela, fueron regentados también por mujeres. Hablo de salones que derivaron del ambiente revolucionario parisino, que considero los más influyentes, por más que se trate, de una tendencia universal y, en el particular, de un ejemplo de influencia "hispánica".
La primera de las dos mujeres que quiero citar era española, María de las Mercedes Santa Cruz y Montalvo, aunque vivía en Paris tras su boda con un general bonapartista francés, Antonio Cristóbal Merlín, conde de Merlín, con quien se exilió en Francia tras la expulsión de los franceses de España.
En cuanto al segundo caso, probablemente sea algo más conocido, aunque no como salonniere. Se trata de la duquesa de Abrantes, Laura Permon, quien contó entre sus protegidos o amantes a numerosos escritores y músicos, destacando entre ellos a Balzac.
Permon realizó su actividad en Paris, aunque por motivos políticos se trasladó primero a España durante la guerra napoleónica y después a Alemania, exiliada, donde promovió la cultura germana a través de un salón. También escribió un libro sobre la importancia de esta institución en la cultura europea, se trata de La historia de los salones de París, nada menos que en ocho volúmenes, lo que nos da una nueva idea de la importancia de este fenómeno para la cultura europea.
Laura Junot, de soltera Laura Permon
Duquesa de Abrantes.
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Particularmente en mi propia investigación, no tan profunda como exigiría una de tipo histórico al ser una novela, me he centrado en estos dos personajes que guardan relación con la cultura hispano-francesa y con la trama de mi novela, pero son sólo dos simples exponentes. Éstas, y muchas otras mujeres, fueron decisivas para fomentar la cultura en Europa y sin su contribución nada sería lo mismo.
Valga este 8-M para reivindicarlas pues considero que es tarea de todos poner en valor la aportación de la mujer a la cultura universal, máxime y considerando lo que la propia Heyden-Rynsch destaca en su trabajo pues se trata de la auténtica "cima de la cultura femenina" de ahí mi reconocimiento tanto a Mercedes de Santa Cruz como a Laura Permon y en general a aquellas mujeres que han hecho posible una sociedad más culta, como la que a veces tenemos.