Llevaba sin caer por aquí... Ya ni me acuerdo. Pero claro, las circunstancias actuales, confinamiento, cuarentena, coronavirus. ¿Cómo no hacerlo?
EL APAGÓN SOCIAL.
Aparte de escribir cuando el tiempo me lo permite; soy profesor de Instituto, tutor de un curso de la ESO, y cuando nos sacudió la tempestad de la cuarentena se nos impelía a seguir con nuestras clases online. Algo para lo que creo sinceramente no estábamos preparados. Y no sólo por una cuestión de conocimientos, sino también de posibilidades técnicas. No todo el mundo puede disponer de un día para otro de wifi, ordenador, conocimientos suficientes y tecnología para poder adaptarse, nos pilló de improviso, aunque pronto comprendí una cosa: iba a ser necesario tener información. Datos de acceso a los alumnos. Y parece una tontería.
En mi región, la comunidad docente dispone de una intranet en la que se ofrece información a alumnos y padres, -notas, informes, noticias, avisos- esa era nuestra fuente. El acceso es demasiado prolijo y su uso es muy limitado. Consideraba demasiado complicada esta vía y consideraba que mis alumnos podían quedar descolgados. Ante la estampida del confinamiento, no se nos dieron pautas a seguir y cada uno hizo lo que pudo. Yo pensé en hacer algo muy sencillo: pedir a mis alumnos un e-mail con el que poder mantener el contacto. La base de datos de la intranet estaba obsoleta y, tanto direcciones complementarias de correos electrónicos, como teléfonos, estaban desfasados. Posibilitaba enviar mensajes, pero la realidad es que nadie los leía y menos los propios alumnos.
Me costó lo suyo, pero logré todos los correos de mis alumnos y los facilité a los profesores de mi tutoría. Todos los profesores podían tener contacto fácil con todos los alumnos, enviarles tarea por correo electrónico y recibirla por la misma vía. Una comunicación simple.
Incluso aquellos alumnos que sólo disponían de teléfono móvil, hacían sus ejercicios en su cuaderno y le hacían una foto con el móvil que después mandaban por correo. La cosa funcionaba, sin darse cuenta de ello. Mis alumnos no quedaron rezagados por el "apagón social" del Coronavirus.
Imagen: PublicDomainPictures |
LA REACCION INSTITUCIONAL.
Más tarde empezaron a intervenir las autoridades educativas. Buscaban a aquellos alumnos que podían haber quedado afectados por la "brecha tecnológica". Aparecieron unos cuantos en mi curso. No tenían ni ordenador, ni tablet, ni conexión wifi. Habían estado haciendo los deberes sólo con el móvil. Las autoridades les ofrecieron ordenadores.
Algunos me llamaban y me preguntaban que como se podían conectar, que si la tarjeta que les habían dado era para el móvil, para el teléfono... Cada uno en su casa, resultaba difícil saber qué es lo que les habían mandado y menos yo, que no tengo demasiados conocimientos como informático y que además mi encierro era con un ordenador muy viejo y casi sin memoria. Remití sus dudas al informático del centro. No sé qué habrán hecho. Sólo veía que algunos empezaban a quedarse por el camino.
Posteriormente vinieron las plataformas educativas: los profesores más avezados utilizaban este medio para organizar sus clases. Algunos alumnos me preguntaban cómo entrar. No sabía qué decirles, pero el monstruo seguía creciendo. Plataformas de videoconferencias.
Lo más, más. Posibilidad de seguir las clases por videoconferencia. A unos no les daba su teléfono para tanto, otros no sabían utilizar el programa, pero la tecnología seguía creciendo, aumentando su exigencia. Di de nuevo con la palabra clave de la situación, una vieja amiga mía, la "actualización" y ahí es dónde até cabos: El mundo se dirige hacia la completa destrucción.
LA ECONOMIA DE LA ACTUALIZACIÓN.
Hace algún tiempo escribí una entrada de blog que analizaba esa vertiente del capitalismo que nos lleva a una economía de la actualización -puedes acceder en el enlace-. Tu puedes estar a punto de enviar un examen online, en el que te juegas la carrera, y, de repente, saltar la última actualización de algún programa. Sólo a punto de darle a "enter" y no puedes, saltó la actualización. Es lo más importante, lo prioritario.
Estamos en una especie de carrera por la actualización, por la novedad tecnológica, por las mejoras frente a la anterior versión de un producto que necesitamos. Y también por las mejoras del último modelo. En mi artículo, lo enlazaba con el concepto de "obsolescencia programada", una forma todavía más sutil de atarnos al consumo.
Enlace artículo economía actualizacion
https://cuandofuimosbandoleros.blogspot.com/2016/05/windows-10-y-el-capitalismo-de-la.html
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Ya lo denunciaba allí, si cada dos años, tenemos que actualizar nuestro equipo, cambiar de móvil por uno más actualizado- ¿Cuánto tardaremos en cargarnos el planeta?
Siete mil millones de personas cambiando el móvil cada dos años acabarían con el planeta en sólo unos pocos años. También cambiando de lavadora, frigorífico, coche... Todo se queda obsoleto en seguida. Es una conclusión evidente del sistema. Es voraz, aunque no me había dado cuenta de otros efectos todavía más perversos, como sí lo hecho a raíz de observar a mis alumnos. El sistema se deja a muchos por el camino.
DESIGUALDAD RADICAL.
Quien no puede acceder, simplemente no sabe o no quiere, se quedará fuera del sistema a medida que éste se complica y el nivel de exigencias sube. Alumnos -hablamos de chicos de 15 años- capaces de manejarse por videoconferencia, una plataforma educativa, un ordenador complejo y varios programas no hay tantos. Empezaron a quedarse los Acnee, que son aquellos con necesidades especiales educativas; después, los más humildes, que no podían permitirse un ordenador último modelo; luego los menos duchos, que no se manejan excesivamente bien con la informática... y ahí vi la luz. El sistema de actualización continua deja atrás a los menos preparados y lo hace de forma inmisericorde.
Me recordaba una metáfora de la película la Haine -El odio-, icono del cine social posmoderno. Un tren cruzando Siberia en el que los viajeros no podían hacer sus necesidades fisiológicas en el interior. Si paraba unos segundos, la gente bajaba y lo hacía como podía. Después el tren salía inmediatamente. Si alguno no podía subir se quedaba atrás y moría congelado. En la economía de la actualización muchos están condenados a morir congelados. Y son mis alumnos. Hablo ya de economía.
La economía de la actualización es eminentemente capitalista. Las empresas necesitan reinvertir, renovarse continuamente. Las pequeñas y débiles no pueden seguir el ritmo, morirán congeladas. La pirámide es radical y cada vez tiene un vértice superior más puntiagudo. El resto quedamos por el camino y más ahora, cuando el coronavirus nos va a llevar a una situación de afianzamiento de este tipo de economía.
LA SITUACION DESPUÉS DE LA PANDEMIA.
Me resultan casi cómicas las interpretaciones ingenuas sobre una rebelión de la madre tierra contra el hombre en forma de enfermedad que nos obligará a plantearnos nuestra relación con la naturaleza. El hombre post-coronavirus será mejor, más justo y equilibrado. Más respetuoso con el medio ambiente. Tras infinidad de fracasos sobre clima y naturaleza, será nuestra obligación replantearnos todo. Y pienso, - ójala.
Sin embargo, me preocupa más el refuerzo mental que supondrá para toda la humanidad de la idea de estar a la última en tecnología, de seguir con la carrera para evitar la desconexión. ¿De verdad que pararemos el acelerador o nos obligará a apretarlo más una vez salgamos de ésta?
No creo que haya planeta para mis chavales. Ellos verán como han quedado fuera y cómo la tierra ha dicho basta. Yo puedo intentar decirle las mejores palabras, pero ellos se dan cuenta de que tienen que correr para evitar la obsolescencia, tienen que estar actualizados. Las palabras, las intenciones y el miedo nos llevan a pensar en positivo, pero la realidad de lo aprendido durante la pandemia es otra. Y esa enseñanza es más fuerte. No me gustaría nada más que equivocarme, pero considero que ésta última enseñanza es lo que hemos sacado en claro psicológicamente de la epidemia de COVID_19. Y poco podemos hacer. Yo, por si acaso, sigo mandándoles la tarea a través de un e-mail y ellos la escriben en su libreta, le hacen una foto y me la envían. Me responden todos.