Según la organización 200.000 jóvenes se han reunido en Villarrobledo para celebrar la vigésimo primera edición del festival Viña Rock, al fin y al cabo, el festival más importante de España.
Edición 21 del Viña. Fotografía: Abel Gimeno |
No quiero trabajar con una cifra exagerada, sólo con una media de 100.000 personas por 20 ediciones -regalo una-, lo que supone que 2.000.000 de personas han pasado por el festival a lo largo de los veinte años, algo menos de un cinco por cien de la población española, sin duda una barbaridad incluso de proporciones estadísticas. Si entendemos que el porcentaje sería tremendamente mayor en el caso de la población joven y lo contrastamos con el hecho de que muchos repiten, damos por buena la cifra del cinco por ciento, aunque sólo nos sirva para comprender que se trata de un auténtico fenómeno sociológico. También extraemos una conclusión pues serviría para hacer un completo retrato no creo que de un país, pero si, al menos, de su juventud.
Pero no es mi intención hacerlo en este artículo, sólo quiero hacerme eco de su repercusión mediática a lo largo de todos estos años y comprobar con este ejemplo la situación del periodismo, en concreto el cultural, en España y en el mundo.
Este festival desde que se inició nunca gozó del seguimiento por parte de medios nacionales, excepción hecha para hacer justicia de radio 3, quien sí se distinguió por hacerlo, mientras que otros se dedicaban a ensalzar las virtudes de otros festivales que surgían en paralelo como el FIB, levantado a golpe de noticia y no tanto de asistencia y apoyado por jóvenes extranjeros casi más que por españoles, lo que supone que sea no tanto un festival nacional, como internacional.
En cualquier caso no quiero entrar en una disputa estéril entre ambos festivales ya que cada uno cuenta con su particular impronta y tiene sus características particulares y diferenciadoras. Una de ellas el trato olvidadizo de la prensa ante una sucesión de ediciones en las que se ponía de manifiesto otra cosa. En efecto, los micromedios, primero fanzines hoy páginas web; las emisoras musicales pequeñas y luego internet han creado un auténtico monstruo de la cultura española desde la base y el periodismo convencional ni se ha enterado. El microperiodismo ha sido capaz de competir en eficacia y repercusión contra el macroperiodismo y el Viña Rock es hoy el festival con mayor asistencia de España, pero también debe suponer un toque de atención a la propia esencia del periodismo: ¿qué está pasando hoy con el mundo de la difusión cultural?
Una asistencia record Fotografía: Nerea Coll |
La esencia de las noticias.
Estamos básicamente hastiados de que cada vez que sus "satánicas majestades" salgan en primera página cada vez que vienen a España, amparados por la repercusión que tienen en la prensa y televisión nacional. Es cierto que hablamos de mitos, por más que su incidencia cultural haya dejado de representar algo en el mundo moderno, pero que ahí están. También ocurre con el Boss o AC-DC, grupos cuya sola presencia en España es noticia de alcance. Me imagino que las redacciones de cultura, donde las haya, o los periodistas dedicados a ello, han creado ya sus rutinas de trabajo y entre ellas está la cobertura de los circuitos de grupos internacionales que pasan por la península. Claro que esas rutinas sólo tienen un límite que es el biológico y, cuando uno de los grandes mitos fallece, es noticia en todas las portadas.
Por citar dos ejemplos recientes hablaremos de Bowie y Prince, cuyos decesos copan multitud páginas en todos los periódicos. Con todo, a medida que avanza el tiempo, el periodismo cultural, y más en concreto el de la música, lleva camino de convertirse en un obituario que en otra cosa. Podríamos suponer que en realidad no está pasando nada alrededor, pero es completamente al contrario, el mundo de la música está revolucionado. La idea del vinilo y la macrogira ha pasado ya casi a la historia, aunque los periodistas no nos demos cuenta.
¿El problema?
¿Qué nos impide ver la realidad? Foto: Jota Martínez |
Sobre la génesis del problema se pueden apuntar muchas influencias y muy variadas. Entre ellas una cuestión de edad, entroncada con un cambio en el mundo del periodismo. Las redacciones están copadas por viejos periodistas que vivieron en sus años mozos la efervescencia de los Rolling Stones y que no pueden ser echados de sus trabajos por el costo del despido. Eran tiempos de contrato fijo y no de becarios. Los becarios que pudieran estar más al tanto de lo moderno, vienen y van y difícilmente pueden imponerse rutinas de trabajo, ni crear tendencias. Como consecuencia da la sensación de que en cultural no se han enterado que ya no se hacen discos en vinilo y que la actualidad está en blogs, ojala que como éste.
Pero esa edad, mezclada con el propio cambio de la estructura de los medios, se camufla en uno de los principales problemas de la sección de cultura: la comodidad.
Esto nos lleva a otro problema, también relacionado con el anterior de rutinas de trabajo y es que lo que no pasa en Madrid, Valencia o Barcelona sencillamente no pasa.
Volviendo al Viña, tiene su desarrollo en un pueblo de Albacete y claro en esa provincia la cultura no tiene derecho a crear tendencias, únicamente porque no está cerca de mi redacción.
Y otro problema viene dado por la política de redacción de hechos consumados que lleva a los periodistas a no concebir algo como noticia, si no está ya consolidado, algo que en cultura no debería de ser así. Los 200.000 del Viña Rock de este año han salido en todos los medios nacionales, pero sólo en virtud de una nota de prensa enviada por la organización y de la que se hacen eco. Nunca lo vieron venir. Es aquí donde surge otra crítica, en un sector como la cultura el periodista debe ir un poco por delante, ser visionario y estar en lo que debe venir y no en lo que ha sido.
Con estos medios de comunicación y esta situación sólo podemos esperar sentados a que nos llegue la noticia del fallecimiento de Mick Jagger, que yo no deseo, por supuesto. Mientras tanto el Viña Rock habrá reunido a toda la juventud española en un mismo recinto, algo que no es sólo una noticia, sino que es historia y que pasará simplemente desapercibido.
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