Una de las cosas que más me ha llamado la atención desde siempre es la posibilidad de la existencia de un carácter humano aplicable a determinados colectivos. ¿Puede haber un sustrato de comportamiento y forma de ser similar de un colectivo como el de las mujeres, por ejemplo? ¿Son iguales todos los funcionarios en su relación con el trabajo? ¿La gente de derechas se comporta igual ante la situación de los problemas sociales o todos los pobres son unos vagos por definición?. En definitiva, ¿existe un patrón de comportamiento aplicable a amplios colectivos? He de manifestar mis dudas, máxime cuando el grupo se amplía tanto como en el hecho de mostrar un comportamiento propio de naciones y llegamos a preguntamos ¿Cómo somos los españoles? o ¿cómo son los búlgaros?, por no citar a los de siempre. Parece razonable pensar que no exista ese comportamiento homogéneo y es más una cuestión de entretenimiento y juego mental el reflexionar sobre ello. Pese a todo hoy me apetece jugar y quiero hacerlo analizando algunas noticias surgidas en el país sobre la base del supuesto mal más extendido entre los españoles: la envidia.
Para llevar a cabo el análisis grupal es conveniente empezar por mi propia visión y envidias, fluctuando entre el yo y el nosotros. No se me ocurre otra forma de poder hacerlo. Analizaré, por tanto, mis debilidades en el capítulo de la envidia, a ver si coinciden con las del resto, tal vez así encuentre algunas respuestas en aquello de las bondades o maldades de lo "español". Y qué mejor forma de enmarcarlo que en relación con el panorama informativo actual del país.
Y para hacerlo me iré en principio a Canarias, las "islas afortunadas", un lugar para envidiar, sin duda.
Allí, ha trascendido hace poco una noticia que señala la existencia de una trama de corrupción de menores que ha llevado durante meses a la prostitución a jóvenes de la localidad que se veían envueltas en tramas de trata de blancas, participando con hombres adinerados en grandes orgías donde éstos gozaban de decenas de mujeres jóvenes. Salía a la luz que incluso una de las mayores fortunas de España -no diré el nombre ya que al parecer sólo estaría en calidad de gozador y nunca de delincuente o corruptor- era uno de los principales beneficiarios de estos actos.
Un hombre maduro, en plena ebullición de esa época de renovada vitalidad que es la pre y la post-jubilación, con más dinero del que podría plantearse gastar nunca él y sus descendientes, viviendo en el paraíso español de las Canarias, disfrutando de todos los lujos habidos y por haber. Pues este señor se ha venido dando al disfrute corporal con sólo el único freno de su vitalidad, que es todavía mucha, al parecer. Seguro que la mayor parte de los hombres envidiaríamos esa situación y dudo que hubiera alguno que no se cambiara por él. Envidia, sin duda, y es que eso es lo que tienen los ricos y los famosos con salud, que se les envidia.
Citaré más casos, en este caso por públicos nombrándolos. Don Kiko Rivera, quien cuenta entre sus más recientes logros que ya no se le llame por su nombre más habitual en el pasado "Paquirrín", quien sin oficio conocido, se ha dedicado toda su vida a vivir del cuento beneficiándose a todas aquellas hermosas mujeres que acudían gustosas a entregarse en sus brazos o disfrutando de fiestas a cascoporro y una vida disipada. Pero todos lo ponemos verde, envidia sin duda.
Y curiosamente no envidiamos el haber logrado un desarrollo intelectual o un nivel de valores humanos superior. Envidiamos la riqueza, la fama, el sexo... cosas así. Quizá sea esto lo más lamentable.
¿A quién no le gustaría disfrutar de una vida de lujo? |
Claro que ante esta situación siempre nos queda el recurso a abrazarnos a grupos o personas que critican estos excesos de las élites y encontramos incluso partidos que viven de ello, es el caso de Podemos y de su líder Pablo Iglesias, quien alivia todas nuestras frustraciones y viene a hacer justicia social en contra de estos ricos y de los amigos de los ricos que son los partidos tradicionales, pero si analizamos a su coleta visible -perdón, cabeza- las cosas no son como parecen.
Don Pablo Iglesias ha alcanzado todas las características humanas a envidiar. Como maestro de la Uni, se le supone altura intelectual. Súmesele los altos ingresos, camuflados en forma de contención salarial, que sin duda van a otros lugares que también lo benefician; súmesele el poder, que tiene en su grupo político y aún en el parlamento; la sublimación de su ego, como adalid de los parias de la tierra, macho alfa o jefe de la manada y muchas otras características del triunfador. Por su fuera poco y ya que hemos hablado de mujeres, no hace que cepillarse a todas aquellas que se acercan por su actividad política a su esfera y disfrutas de sus allegadas, portavoces o compañeras, aunque en este caso de una en una, no como el depravado empresario del que hablábamos en principio. Y tiene labia.
No cabe duda de que es algo envidiable, tanto que hasta a su compañero de toda la vida Errejón le daba algo de "pelusilla" últimamente y planteaba cortarle las alas, pero nada puede con Iglesias, el jefe de la tribu al que todos envidiamos de forma insana. Sin embargo, poca gente se dedica a criticar las actitudes de este señor, salvo la derecha malvada, e incluso se le sigue con pleitesía, como el mesías que es y que habrá de conducirnos a una especie de paraíso con no se cuantas vírgenes... ah no, esto es cosa de la envidia aplicada a la religión y de las promesas con poco fundamento. Me lío, la envidia me corroe, aunque en este caos emocional entro en una diferencia entre este último caso y los dos primeros. ¿No hay una especie de servilismo entre aquellos de sus seguidores que pueden encontrar criticable a los primeros y perdonable cualquier cosa que nos haga éste? Realmente descubro que el servilismo es un motor emocional más potente que la envidia y es este un rasgo que distingue más al español, incluso desde una perspectiva transversal, pues afecta a derechas e izquierdas.
En el caso de serviles de derechas, no es raro encontrar a tertulianos serviles que se ponen a defender a delincuentes convictos y confesos que empiezan a pasar por los juzgados, caso Noos, tarjetas black, corrupción generalizada... Existen periodistas que se ponen a defender a los "pobrecitos ricos", que se han dedicado a manos llenas a robar y que a su juicio están pagando la ira del pueblo que muestra así su envidia en toda su magnitud. La envidia, el mal de España, aunque por desgracia creo que el mal es otro, es el servilismo y tan extendido está que llega incluso a Cataluña, aquí la envidia es sólo la excusa.
España envidia la superioridad de los catalanes y se dedica a robarles. Ellos no son los envidiosos, sino los envidiados. Claro que en servilismo ganan por goleada y es posible encontrar a Artur Más aclamado por las masas nacionalistas cuando va a declarar ante el juez, una masa que incluso puede llegar a ver al clan Pujol como unas víctimas del estado en vez de unos delincuentes. Cada vez me decanto más por el mal del servilismo como el más propio de los españoles e incluyo en este caso a los catalanes, que Dios me perdone por decir esto. El servilismo es un mal bastante más extendido que la envidia.
A mí, que me perdone Dios por envidioso, ya que por servil no tengo que confesar ya que no soy y, además, ni tan siquiera es pecado. Sí, padre, yo envidio. Envidio la capacidad que tienen todos los nombrados de ser unos sinvergüenzas y que haya gente que los siga hasta la muerte, pero sobre todo envidio, que carezcan del más mínimo rastro de conciencia en sus almas, que les permita hacer esas cosas, mientras que a la mayoría de nosotros haya voces internas que nos digan que nada de eso está bien. Envidio con todas mis fuerzas la carencia de escrúpulos y de ética que es lo que nos lleva a considerar que esos comportamientos no están bien y poder dormir por las noches. No envidio ni su dinero, ni su inteligencia, ni su fama, ni el éxito con las mujeres, ni su salud, ni su simpatía, únicamente envidio que no tengan problemas de conciencia. A mi me gustaría no tenerlos, no pensar en que si me quedo algo que es mío está mal, no creer que mi inteligencia es inferior por poco práctica, creer que la fama vacía y sin contenido no está bien, etc, etc, pero hete aquí que encuentro un factor aliviante, una especie de virtud teologal que viene a contrapesar las pesadas cargas de mis pecados capitales, la autocrítica.
Los españoles, especialmente los no serviles, somos autocríticos. Incluso hemos llegado a hacer nuestra una interpretación de la historia en forma de leyenda negra que nos condena a jugar el papel de malos eternos. Dedicamos no pocos esfuerzos a buscar males nacionales y valoramos poco lo nuestro. Vayamos pues en positivo y descubramos uno de los "bienes" nacionales: la capacidad de autocrítica. Sin llegar tampoco a la autoflagelación y al exceso de los penitentes, que no hacemos que dar tumbos. Una dosis de autocrítica siempre es buena en el carácter hispánico, si es que esta cosa de los espíritus nacionales, existe de verdad. Pero bueno, ahora sólo hablaba por mí...
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