martes, 28 de febrero de 2017

De sol y grana. La sutil frontera entre derechos políticos y civiles

Estamos en tiempos de muros y es que parece que en el trasfondo de muchas de las cosas que ocurren en nuestro mundo y que se han convertido en temas de actualidad, no hay otra motivación que los mecanismos psicológicos que llevan al atormentado ciudadano del siglo XXI a la necesidad de delimitar las cosas, de dejarlas claras de una forma vasta y evidente. No obstante, en esta ocasión no quiero hablar de cuestiones geográficas, sino de otras más sutiles. Aquellas ingrávidas y gentiles, como pompas de jabón, que dijera Machado y es que los poetas todavía tienen algunas cosas que enseñarnos, por lo visto.
Pero iré al meollo de la cuestión ya que el origen de esta reflexión ha venido dado por una noticia con la que me he levantado esta mañana y es la campaña que la plataforma Hazte Oír ha comenzado por toda España para ejercer un presunto derecho civil que en resumidas cuentas es educar a los hijos en un ambiente definido, en el que por ejemplo los niños sean niños por tener pene y las niñas, por tener vulva, niñas. Hasta ahí todo correcto. Otro ejemplo de la necesidad que está empezando a tener la sociedad de delimitar claramente la situación del ser humano, su estado y su ser, ante la explosión de ruptura de límites que se sugiere desde otros colectivos y que parece ir imponiéndose poco a poco.

Enlace noticia El Mundo.
Vaya por delante, que tampoco me parece mal la reivindicación, aunque sólo convenga aclararla, y es que quiero analizar estos mecanismos psicológicos desde una perspectiva mas amplia, ya que, pensando, me ha venido a la cabeza otro asunto, el de los nacionalismos y la necesidad actual de definir la identidad política de las naciones. La globalización nos ha llevado a sentirnos ciudadanos del mundo y las naciones poco a poco están borrando sus límites con lo que no extraño que surjan movimientos que pretenden dejar claro donde están las fronteras. Es el caso del muro, o de conceptos como el de esta España, que parece no tener clara su definición y límites.
Ante la postura del nacionalismo catalán en reivindicación de su particular esencia surge el posicionamiento de la ingrata nación opresora que pretende dejar claro que España es España, como los niños son niños y otra cosa son las aspiraciones de querer adquirir otro estado yendo incluso contra natura. Pero las comparación debe quedar ahí ya que entiendo que las diferencias son notables por más que sutiles. En efecto mientras que el derecho de los LGTB es un derecho civil, el de los independentistas catalanes lo es político.

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¿Es Cataluña, España?
Habría que analizar otro punto, como es el de derecho individual y derecho colectivo, aunque no lo abordaré aquí por no complicar la cosa y me quedaré en la diferencia entre civiles y políticos, si  bien no existe una clara diferencia entre ambos y tienden a complicarse notablemente pues es fácil equipararlos e incluso mezclarlos. Por ejemplo, el derecho político que tienen los americanos a cerrar sus fronteras, está en contra del derecho, más que civil, humano, de los inmigrantes a la vida a la comida o a la seguridad, pero volveré al meollo de mi reflexión. Lo haré a través de una pregunta. ¿Por qué esta sociedad me permite elegir mi género y no mi nacionalidad? Puedo elegir ser niño o niña, pero no puedo elegir ser catalán o español, exijo mi derecho a decidir. En este mundo del siglo XXI de explosión de derechos la lógica parece impecable, pero también queda clara una diferencia.
Los derechos civiles, la elección de género, la eutanasia, la no discriminación por el color de la piel, la capacidad económica, etc, etc, tienden a ser individuales. Afectan a un individuo y su puesta en práctica no lesiona el derecho individual de los demás. Es decir, si yo quiero ser mujer, no tiene porqué afectar a los derechos de los demás a ser hombres. El que genere alguna confusión en su ámbito no supone su proyección a categoría. Señores de Hazte Oir, que haya personas que en ejercicio de su libertad quieran cambiar de género no turba la paz social ni el ambiente y tampoco obliga a nadie a serlo. Es un ejercicio de libertad individual, que no vulnera otros derechos, aunque pueda supuestamente vulnerar la naturaleza.
La exaltación de los derechos civiles que ocurre en nuestro tiempo -una especie de explosión de libertades individuales- podría como mucho llevarnos al absurdo, pues yo, como ser humano, puedo considerar que soy de otra especie, que soy un toro, o de otro planeta, marciano, y quiero que se me reconozca. Pero la homosexualidad no es de otro planeta, es un planteamiento afectivo intrínseco a la historia del ser humano y, si alguien quiere llevarla a sus últimas consecuencias, debería poder hacerlo. Si a otros les puede hacer cuestionarse su propia identidad o la de sus hijos debería hacérselo mirar; pero ¿esto también es así en el caso de los nacionalismos? Veámoslo,
¿Vulnera el derecho de un catalán a serlo otro tipo de derechos?
Si acaso no lo entendemos, ¿deberíamos hacérnoslo mirar los que estamos en contra?
Pues la respuesta es muy sencilla ya que la exigencia del derecho a decidir de siete millones de catalanes, supone la limitación de la soberanía de cuarenta y siete millones. Es decir, que el derecho a decidir de los catalanes conculcaría derechos de todos los españoles a decidir sobre su territorio. Creo que la diferencia es notable y las comparaciones, odiosas, pero pondré mas objeciones a este planteamiento, pues aquí también podemos llegar al absurdo. ¿No vulnera en sociedades racistas el derecho de los negros a circular libremente, el de los blancos a ejercer su predominio tradicional? O lo que es lo mismo, ¿no vulneran la reivindicación de los negros otros derechos como los de los blancos? De nuevo se trata de un absurdo. Pues en este caso se deriva hacia otra categoría superior de derechos como son los humanos.

Nadie puede ser discriminado por su origen, su raza, su sexo, su lengua, etc etc y los blancos, aunque disfruten de un derecho histórico, discriminan a los negros en ese planteamiento, razón por la cual estas leyes son comúnmente abolidas. En cambio, en el caso de los independentistas catalanes con su derecho a decidir son los que pretenden discriminar a los emigrantes del resto de España, por ejemplo, por su origen o por su lengua. Es por eso que estoy radicalmente a favor de los derechos trans y completamente en contra del derecho a decidir. Tiene lógica, ¿no?
Pero para aliviar tensiones y enfrentamientos, considero que hay que recurrir siempre a los maestros poetas y así vuelvo al principio: Machado. Y cantado por un catalán. Al fin y al cabo ambos han volado alguna vez de "sol y grana..." y yo también amo los mundos sutiles.


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