lunes, 6 de febrero de 2017

La dictadura del pablotariado




Esta mañana de lunes me he levantado con dos noticias que eran tendencia en twitter a las nueve y veinte de la mañana, después, eso sí, del consabido #felizlunes y de descubrir que aquí también se ve la SuperBowl, que menos mal que no han sido superados por tonterías de política.
Las noticias a las que me refiero eran la manifestación de los independentistas catalanes arropando a su "Masías" -y no lo digo por las propiedades que pueda tener en Cataluña o en cualquier lugar del centro de Europa, sino por hacer el juego de palabras del apellido del sujeto con su calidad de enviado divino- y la aparición en un programa de radio de Íñigo Errejón para hablar de Podemos.



Y visto lo visto no he podido evitar pensar más o menos en dos aspectos interesantes: primero, hay que ver la cantidad de gente que no trabajamos un lunes por la mañana en España. Algunos, como es el caso de los manifestantes pro-Mas, incluso cobrando, lo que tiene más mérito. Segundo, destacar la importancia que tiene en todo sistema de organización social la existencia de contrapoderes. Y en este segundo aspecto la cosa da algo más de si y considero que merece reflexión. Es el momento de profundizar un poco más en la situación de Podemos, ya que lo otro, si no es importante para Europa y el Mundo, cómo lo va a ser para mí, no querrá nadie que sea más papista que el papa, supongo.


La división de poderes.
Paradójicamente, y para quien no lo sepa, la quintaesencia de la defensa de los valores demócratas era un aristócrata declarado, que no creía en la democracia. Tal vez por eso pudo analizar desde la frialdad la necesidad de la existencia de una serie de contrapoderes que evitaran que la democracia se terminara convirtiendo en una suerte de dictadura. Parecía Mostesquieu andar adivinando cosas que se pueden observar cualquier lunes del siglo XXI: la necesidad de la existencia en una sociedad sana de contrapoderes. Y aquí es donde entra la reflexión en torno a lo que sucede este mismo lunes, seis del dos, para más señas.
En Podemos llevan casi desde la irrupción del movimiento en escena planteándose la conveniencia o no de que su propio "mesias" tenga una especie de poder omnímodo dentro de la formación morada. El fenómeno no es nuevo, pues ya Echenique en 2014, antes de seguir a su líder en la actual situación, planteó la existencia de una especie de órgano colegiado que llevara las riendas del partido, algo parecido en espíritu a lo que ahora en 2017 defiende Errejón: que Iglesias no se haga con el poder absoluto en la formación, como él mismo defiende sin cortarse un pelo.
Recientemente hemos visto en otros lugares del mundo cómo el fenómeno empieza a ser de lo más habitual. Ocurre con Donald Trump, quien empezó a recibir las críticas e incluso el rechazo de su propio partido, lo cual no fue obstáculo para alzarse con el poder en EEUU. En la actualidad son los jueces, los países del mundo, la opinión pública y un largo etcétera quienes se presentan como el contrapoder necesario que pueda librarnos de la arbitrariedad que pretende el gobernante y es que, en efecto, ese es el peligro más importante de toda democracia, la arbitrariedad.
Nadie puede levantarse una mañana y empezar a gobernar como le de la gana, debe tener unos límites que impidan como ocurría en el caso de Stalin inventarse enemigos y después cargárselos, sólo por simple aburrimiento entremezclado con paranoia. Y eso parece que es lo que lleva a Errejón a enfrentarse a su líder, como hicieron los republicanos con Trump o los troskistas con Stalin.
Fuera de los partidos la cosa es similar. Las instituciones deben estar contrapuestas y, siguiendo con el caso de Trump, empieza a ser habitual que los jueces tumben sus decisiones. Los contrapoderes están ahí para eso. En el caso de Más la cosa es similar, han debido llegar los jueces para evitar que se dediquen los independentistas a hacer las cosas como se les antoje, pasando encima de quien haga falta. En Podemos ocurre algo parecido.
Tengo que decir que tanto Echenique en su día, como Errejón ahora están planteando algo similar. La existencia de contrapoderes dentro de un partido que sea límite y no instrumento de un líder omnímodo. Sólo estos complicados equilibrios pueden garantizar la existencia de una democracia saludable. Si no, podemos encontrar fenómenos como la dictadura del Proletariado o remedos de la misma como la que pudiera pasar por la mente de Pablo Iglesias, y esto es una hipótesis, pues nadie sabe como piensan los demás. Seguramente sólo los que están más cerca de uno. Este es el caso de Errejón o de Echenique quienes seguramente temen que entre las decisiones arbitrarias de su líder pueda estar la de acabar en el futuro con aquellos rivales cuyo apellido empiece por "E". Nunca se sabe cómo funcionan las cosas en el caso de las decisiones arbitrarias.
Después de esto recuerdo la primera conclusión: trabajar. Por qué andaré perdiendo el tiempo en estas tonterías. A ver si logro salir adelante, ya que los de arriba no me sacan. Claro que, si para ello hay que andar siguiéndolos como si fuesen mesías...   

No hay comentarios:

Publicar un comentario