Se dice pronto, veintidos años; en número, 22, los dos patitos. Pues bien, esas han sido las ediciones que he podido disfrutar de un festival de rock, o algo más que un festival, mucho más: el Viña Rock.
Durante todo este tiempo he asistido al evento ininterrumpidamente en diversas facetas, desde simple asistente, hasta colaborador con la organización, pasando por los muchos años que he asistido en calidad de periodista. Con el tiempo tengo que reconocer que ya van varios años que ni miro el cartel, ni tan siquiera me pongo a valorar cuestiones artísticas. Simplemente acudo de forma testimonial, con la motivación de comprender cómo es posible que este festival haya evolucionado de la forma que lo ha hecho.
Viña Rock, año 2001. |
Un evento sociológico.
Valga simplemente hacer una pequeña cuenta. Cada edición recibe unas 100.000 visitas, aunque para hacer la proyección que busco habrá que tomarse alguna licencia. En efecto no se puede multiplicar 22 ediciones por 100.000, lo que nos daría más de dos millones. Primero, porque no todas las ediciones han podido recibir tanto personal y segundo porque muchos asistentes repiten, aunque sea unos años, como es mi caso. Dejémoslo en un millón. Quiere esto decir, con toda la reserva sobre el dato, que un millón de personas han visitado la ciudad donde tiene lugar el festival en algún momento de su vida, pero afinaré más, pues hay que acotar el universo de edades desde los aproximadamente 18 años hasta los 50, que es donde se concentra el público que viene o ha venido al Viña. En definitiva, que un importante porcentaje de la juventud española ha pasado por la ciudad de Villarrobledo con ocasión del Viña Rock, sin duda, una realidad sociológica.
A diferencia de otros festivales, también de abolengo, como pueda ser el FIB, el Viña se nutre exclusivamente de jóvenes españoles, no extranjeros, y entre ellos casi es obligado plantearse, una vez que llega la primavera, si van a ir al Viña Rock. Sencillamente hablamos de una referencia para los jóvenes, tanto como las grandes fiestas tradicionales tales como un San Fermin o unas Fallas. Y ¿cómo hemos llegado a esta situación?
Cobertura mediática.
Lo más curioso de todo es que el Viña Rock ha vivido tradicionalmente cierto desdén por parte de los medios de comunicación. Mientras que el FIB, por ejemplo, aparecía como una referencia de los cambios culturales de la juventud en los que los festivales empezaban a ser una de sus principales manifestaciones a partir de los 90; el Viña Rock nunca aparecía en los medios, sino que se iba consolidando como una experiencia realmente alternativa, ajena a modas y a vaivenes.
El Viña, un festival alternativo |
Sólo Radio 3 confiaba en los primeros años en esta expresión, en lo que a medios convencionales respecto, ya que el Viña se basada en vías de comunicación también alternativos, primero los casi extintos pasquines y después toda la explosión de la promoción on-line. Súmese a la sazón el siempre recurrido boca a boca, que le hacía convertirse en toda una referencia para los jóvenes dotándolo de un halo de "autenticidad" difícil de repetir. Así fue como se consolidó el festival, mostrándose como un festival alternativo, más en este aspecto que en otros, ya que a nivel musical su apuesta fue clara, la producción del rock en español o en cualquiera otra lengua del territorio nacional, catalán , euskera o allego. Rara vez, inglés o algún otro. En definitiva una rara avis en el mundo de los festivales y aún así marcando siempre su impronta.
Capacidad de supervivencia.
Por referencias anteriores pudiera parecer que, durante estos 22 años, todo ha sido un camino de rosas, y esto no ha sido así, antes al contrario. Ha pasado por muy malos momentos, desde la perspectiva económica, cuando amenazaba ruina, o cuando estuvo a punto de irse a Benicassim, llevándose la marca por una edición, pero el Viña auténtico siguió en Villarrobledo, donde indefectiblemente queda asociado. Viña Rock, una referencia para la juventud y para una ciudad que es conocida entre buena parte de la población española por este festival. Pese a todo continúa con alguna de sus características intactas, marca tendencias y es toda una referencia. Y valga de nuevo un ejemplo.
Precisamente ayer pude ver cómo Los del Río pasaban por un festival, el SanSan a modo de reconocimiento por su trayectoria. Lo mismo que ocurrió en el Sonorama, en 2014 con Raphael, aunque de nuevo la sorpresa. El Viña ya apostaba por homenajear a los clásicos de la fiesta por ejemplo en 2009 con Los Chichos o con Peret en el 2008, aunque bueno, algunos es que sencillamente no se fueron nunca como puedan ser los viejos rockeros, como Barón Rojo, Obús o Los Suaves. El caso es que si hay un festival que se haya caracterizado por esta tendencia de nuevo es el Viña, aunque otros hayan tenido de nuevo mayor repercusión en estos homenajes.
¿Por qué?
Tal vez los rockeros no son buenos, en realidad |
Desconozco el porqué de este relativo silencio informativo sobre este festival, que sin duda es y ha sido uno de los principales festivales de la historia de España, marcando tendencias y consolidándose como una auténtica referencia de los festivales, pese a que no goce de los parabienes de las grandes empresas encargadas de la comunicación en este país. Tal vez siga siendo que los rockeros "no son buenos" o no somos tan buenos como otros y este género musical no termine de ser tan asumido como otros como expresión cultural de referencia. En cualquier caso, dónde podemos encontrar su acogida.
Supongo que su éxito radica en otras características, tales como la fidelidad de sus seguidores, que cómo yo, hayan podido acudir a todas sus ediciones, o en ese envoltorio genuino que lo envuelve, caracterizándolo como una referencia.
En cualquier caso este año volveré, creo que su auténtica grandeza es que sus participantes lo han construido entre todos. Hemos logrado hacerlo grande sencillamente asistiendo, por más que muchos no se hayan enterado o no se hayan querido enterar. Feliz 22, Viña Rock.
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