Manel y Salvador son dos jóvenes músicos que perfectamente han podido coincidir en alguna calle de Barcelona en su afán de desarrollar su pasión artística. O, si no, en las islas Baleares o en Portugal, cuando no en Ucrania. Son dos de los tantos que aspiran a dedicarse a una profesión se supone que ingrata, pero hasta aquí las coincidencias.
No soy fan, ni mucho menos, de Eurovisión y tengo que reconocer que tenía a los seguidores de este tipo de concursos poco menos que como unos "frikis", sólo comparables a los seguidores de la lotería de navidad con sus trajes de décimos sin tocar o de bolas del sorteo; sin embargo, tengo que reconocer que me han dado una lección.
Los entresijos de la música |
No había seguido el concurso ni sabía quien cantaba, sólo había tenido alguna noticia de la forma en que el español Manel Navarro había llegado a representar a nuestro país. Ni sabía cuando era el festival. Sólo por casualidad vi el concurso, animado por el aburrimiento y, quizá, la extraordinaria exhibición tecnológica del escenario, algo sin duda prodigioso. Después, la morbosa posibilidad de que España llegara a unos históricos "0 points" me hizo continuar pegado a la televisión, pese a que tengo infinidad de cosas mejores que hacer un sábado por la noche. Y me piqué.
Me inspira cierta ternura la situación en la que ha quedado el pobre Manel. Un chaval que sin duda no tiene la culpa de su forma de llegar a participar. Es sólo, y quizá la principal víctima, de lo que es crear un producto musical. La forma que entiende la industria de levantar ídolos y me dio en compararlo precisamente con el portugués.
Quieras que no, con los portugueses siempre nos ha unido cierta afinidad, la de una vecindad bien entendida que hace que precisamente Salvador haya desarrollado buena parte de su carrera musical en España y casi que pareciera uno de los nuestros. Por eso me fijé en él también. Entre Manel y Salvador sólo pude pensar que "menudo desastre" para la música ibérica. Uno envuelto en el escándalo y al otro que le "falta un verano". En fin, batacazo histórico, presumía.
Comparaciones odiosas: el uno, guapete, rubio, con imán para las adolescentes, con una canción pegadiza y cantada en inglés. El otro, un tipo extraño, despeinado y desgarbado, enfermo, soso y cantando en portugués.
Desconocía nada más del portugués y la canción no parecía precisamente una canción festivalera. Llegué a pensar que ambos pugnarían rabiosamente por el último puesto y que, salvo la posibilidad de los 12 puntos mutuos España-Portugal, ahí quedaban las opciones de ganar de un representante ibérico, pero hete aquí que me llevé la gran sorpresa. El joven portugués se alzó con la victoria con una notable diferencia sobre los demás. Literalmente no daba crédito. Pero bueno ¿qué les pasa a estos frikis de Eurovisión?, me dio por pensar, y quise conocer un poco más sobre el significado de un fenómeno que ha tenido lugar precisamente aquí, en la península ibérica, alejado de los canales internacionales anglosajones de la industria musical e incluso de la fiebre que despierta eurovisión en Europa del este, mucho más que aquí donde la verdad...
Pero los fans de Eurovisión me han dado una lección y su representante, también. Considero que este Salvador es lo más alejado a un músico del festival y lo reconoce hasta él en sus declaraciones. Con una música extraña, intimista, sin grandes alardes vocales, sólo consentimiento llega y gana, no sólo eso, sino que llega y barre. Contrastaba el pedazo de escenario que tenían a su disposición con la puesta en escena del artista en la despedida, sólo un micro y una figura desgarbada, dejando cantar a una chica como si estuvieran en su casa. Cantaba en un idioma como el portugués, que debe resultar completamente extraño a polacos o ucranianos y otros habitantes del este. Algo anómalo que no podía comprender y es que iba todo del corazón.
Y padece el muchacho precisamente de este órgano y tiene una grave enfermedad que le hace esperar un trasplante. Todo iba de corazón.
Fríamente, con los prejuicios que tenía a los eurofans y analizando a ambos cantantes, no podía entender que miles y miles de europeos se volcaran con Salvador y no apoyaran por ejemplo a un chaval sano, guapo y con todo el apoyo del mundo como Manel, pero ahora sí que lo entiendo. Europa se está volviendo loca. Es el mundo al revés.
Si no soy eurofan, tampoco soy demasiado creyente, pero creo que la virgen de Fátima y los pastorcillos portugueses han vuelto a obrar otro milagro, precisamente durante el proceso de canonización de los niños que supuestamente hallaron a la virgen. Un fin de semana glorioso para Portugal, no demasiado acostumbrado a adquirir proyección internacional en sus fenómenos culturales. ¿Es otro milagro?. Pues a veces cabe entender como tal este tipo de cosas, pues resulta auténticamente milagroso que el espíritu se imponga al dinero, la autenticidad al producto, la humildad a la industria.
Me alegro por los portugueses, me alegro por Salvador y me alegro por la música y la cultura. Sólo lo siento por el pobre Manel, que tampoco considero que sea tan nefasto, ni que lo hiciera tan mal. Pienso que tiene futuro en esto de la música. Sencillamente debe comprender que las personas en Europa o la virgen en Fátima, como se quiera, se han decantado por lo espiritual y que por un instante nos han dado una lección a todos. Y a mí el primero.
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