jueves, 21 de septiembre de 2017

El lenguaje de la post-verdad en Cataluña

Resulta complicado analizar qué es lo que está ocurriendo en España en los últimos años, coincidiendo con la salida de la crisis, que en realidad no es tal -la salida, digo- ya que, como podemos observar, han quedado una serie de problemas más que de difícil solución, habría que decir de difícil comprensión. Espero que con este artículo alguien pueda a empezar a entender qué es lo que está pasando. Si ese alguien soy yo, que logro aclarar algunos conceptos sociales que están calando en el país, mejor, ya que algunos fenómenos sociales de los que tienen lugar últimamente son sencillamente incomprensibles para mí y sólo espero llegar algún día a comprenderlos, pero partiré de algunas pequeñas señas que plantean la existencia de un problema incluso de lenguaje.


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Alguien no dice la verdad.
Con motivo del reciente intento de los secesionistas catalanes de constituir una república independiente encuentro no pocas cuestiones llamativas, tales como que el proceso impulsado por la Generalitat es la quintaesencia de la democracia, mientras que los que se oponen son sencillamente fascistas. Por contra, los constitucionalistas, también se autoproclaman como demócratas y los que protagonizan algaradas y pretenden imponer un nuevo status son fascistas. En apariencia, quedaría claro que uno de los dos sectores está mintiendo ya que, por lógica, si el "otro" es el fascista, yo no puedo serlo, ¿o sí?. Aquí es donde encontramos ese nuevo concepto, la post-verdad, tan en boga en nuestros tiempos como difícilmente comprensible que nos lleva a confundirlo con la mentira, aunque la situación es más compleja.
Vivimos un mundo, el posmoderno, que nos ha llevado a una filosofía de un relativismo radical, en el que depende de cómo enfoquemos la democracia seremos demócratas o no, según convenga. Atrás quedan los tiempos de definiciones claras, de conceptos definidos y de verdades y mentiras evidentes. En el ejemplo expuesto, una democracia toma como base las urnas y otra la ley, cuando parece evidente que debieran ser ambas cosas y que todos deberían concebir la democracia como una combinación entre derechos y deberes, supongo, en los que el diálogo prima. Sin embargo, habida cuenta de los planteamientos de base y con los conceptos tan poco claros, el diálogo no puede ser sino de besugos, o lo que es lo mismo: tu eres un fascista y yo un demócrata.
Sin embargo, este análisis, equidistante, escondería una actitud políticamente correcta por mi parte y un afán de imparcialidad casi científico, si no fuera porque se pueden adivinar intereses espurios debajo de estos planteamientos. Sencillamente, alguien conoce estas artimañas y simplemente las utiliza con un extraño fin: darle la vuelta a todo; es decir, una revolución social. Aquí es donde encuentro una pequeña contradicción ya que existen unas minorías vanguardistas postmodernas, que pretenden, en efecto, crear confusión conceptual para ponerlo todo patas arriba y generar unas nuevas estructuras que todo lo solucionarán y que solidificarán una nueva sociedad perfecta. Claro que encontramos una tara de base y es que esas mismas minorías son las que dirigirán sus designios. Una nueva élite, que acabará con la antigua casta, un nuevo orden social que acabe con el antiguo "régimen".
Pero el lenguaje posmoderno y su conceptualización todavía presentan lagunas importantes y no pocas contradicciones. En relación al citado caso catalán he podido leer las denuncias de grupos independentistas que llegan a decir que "El estado ha dado un golpe de estado en Cataluña". Increíble, pero cierto. ¿De qué hablamos? ¿De un autogolpe del estado en el estado? ¿De un estado español frente a un estado catalán? Ah, ¿existe un estado catalán y no lo sabíamos? ¿Ha sido proclamado ya o hay que esperar a que haya un referéndum limpio y con garantías? ¿Pero qué especie de locura es esta?
El caso es que la irracionalidad empieza por el lenguaje y no deja de ser paradójico que cada uno de estos días de tensión, desde el independentista más furibundo hasta el constitucionalista más conspicuo, podrán irse a su casa diciendo exactamente lo mismo: "Ya he acabado en nuevo día de lucha en defensa de la democracia en el país". Entiéndase defensa, democracia y país cada uno de una forma. Menos mal que para "día" ambos coinciden y es, hasta nueva interpretación, la franja horaria que va desde que se levanta hasta que se acuesta uno.

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Análisis de texto.
Los que somos cortos de entendederas podemos llegar a confundirnos con la postverdad, pero, si lo pensamos, es muy sencilla de interpretar, ya que no la esconden. En el caso del independentismo irredento, un día aprueban la convocatoria del referéndum y, "no vaya a darse el caso de que lo ganemos", se aprueba una ley de desconexión el día siguiente. Todas las comparaciones son odiosas, pero los británicos votaron, con todas las garantías, su brexit y ahora tienen que emprender una negociación que culminarán en legislación que llevará no menos de dos años que cristalice. Los independentistas catalanes tienen esto ya resuelto, ¿para qué esperar dos años, si se puede hacer las reglas incluso antes de votar? Parece claro que el concepto "democracia" en tanto que respeto a la ley se la trae al fresco, pero es que tampoco hay respeto a las urnas e incluso desaparece en el planteamiento inicial de la base de su "democracia". Podrían haber cuidado las formas, pienso. Es un error de bulto, que muestra su verdadero rostro. El fin, sí o sí, no es votar. Es independizarse y la democracia es un medio, como podía ser la tiranía o la revolución. Y si ellos no son los demócratas, en la ecuación tampoco podría decir que los que se oponen son los "fascistas". Vamos entendiendo, por tanto, qué es lo que esconde la postverdad.
En efecto, a diferencia de la mentira, que es según la RAE Una expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se cree o se piensa. La postverdad es algo más compleja y es, según mi propia definición: una estructura conceptual con falsa apariencia de realidad y mensaje sencillo que se genera como cortina de humo para un interés oculto.
Dicho esto podemos empezar a explicarnos muchas cosas e intentar encontrar intereses ocultos en todos aquellos que participan de ella. En el caso catalán es muy variado y pueden ir desde un simple deseo de eludir la justicia por parte de corruptos a un sincero sentimiento de independencia, pasando por algún que otro impulso mesiánico de los dirigentes.; aunque en esto no entraré. Sólo me quedaré en que al fin he encontrado la verdad y he podido entender qué es eso de la postverdad.
A mi me gusta la democracia y creo que sería necesario en el caso catalán un justo equilibrio entre urnas y ley, pero no me gusta nada el engaño, la tomadura de pelo y el populismo. Máxime si se utilizan sofisticadas técnicas de comunicación como es la post-verdad. Además, no me queda claro es el verbo que se puede utilizar para hablar de aquel que hace uso de la postverdad. ¿Postverdadear? y ¿quién es aquél que postverdadea? Pues podía ser igualmente sencillo, el "postverdadeador" que lo "postverdadease" buen "postverdadeador" será, aunque aquí creo que me quedo con los vocablos convencionales. Mienten como mentirosos que son, porque al fin y al cabo la postverdad no deja de ser una forma más de mentira. ¿O no? 



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