jueves, 29 de mayo de 2014

Arde Barcelona

Vale que un juzgado estimó que era necesario practicar unas detenciones entre unos jóvenes radicales que se dedicaban a "jugar" a la guerra civil contra otros de ultraderecha y que se habían pasado de la raya en sus juegos traspasando la legalidad. Vale que en efecto hay un delito que perseguir y que la justicia ha tomado cartas en el asunto como en cualquier otro incidente similar. Pero lo de remover el avispero del desencanto juvenil por no se sabe qué oscuras razones, como han hecho los señores de CIU en Barcelona, es una decisión que ni pedía el juzgado, ni lo pedía la sociedad, ni lo pedía la democracia, ni la pura lógica.
Resultado: lo que lleva camino de convertirse en una segunda semana trágica para Barcelona.

Protestas en Barcelona por el desalojo de Can Víes
Nadie pretende justificar la violencia, es más, aprovecho para condenarla en toda sus dimensiones y variantes; pero igualmente es necesario condenar la ineptitud política de unos señores que se han dedicado a llevar a cabo una política de sobreexcitación social en el territorio en el que gobiernan. Ineptitud o intencionalidad -permitanme que siembre la duda.
La política seguida por CIU durante la última legislatura es más parecida a la de la casi homónima CIA en Sudamérica durante los 80 que a la de la tranquila y probablemente ciega España de los primeros años del siglo XXI y es que en efecto parece calcada a las que la periodista canadiense Naomi Kleim definía como Doctrina del Shock, es decir crear un ambiente de convulsión suficiente que justifique la toma de medidas extremas, tenidas entonces como necesarias, por parte de los gobiernos. Y el caso es que preferiría que fuera así a que fuera producto de la ineptitud más absoluta que se infiere de otro juego: mezclar fuego con gasolina.

También resulta conveniente cierto adoctrinamiento mediático.
Siguiendo con la interpretación de la doctrina del Shock, seguramente no ha hecho ninguna gracia entre los cargos de "la" CIU que la gente de orden catalana se haya desmovilizado en las pasadas elecciones y sea necesario hacerlas despertar de alguna forma. Un estado de sobreexcitación social fomentado desde las autoridades desde la famosa manifestación del 11-S de 2012 en que el máximo líder de la CIU, Artur Más, se propuso liderar el movimiento soberanista catalán, decisión que le ha valido caer en picado electoralmente y, lo que es más grave, fracturar la sociedad en su sentimiento nacional. Como si eso no fuera suficiente parece que ahora se han propuesto fracturarla en su sentido social en una huida hacia adelante cada vez más peligrosa. No sabemos cual será el suelo de sus perspectivas electorales, pero en los próximos meses lo vamos a descubrir.
La CIU está llevando sin el más mínimo rubor y sin ninguna concesión al sentido común hacia un abismo a la sociedad catalana y de alguna forma a la española ya que buena parte de sus planteamientos teóricos pasan por las relaciones con el resto del país o en general por la descontenta sociedad española, pues no olvidemos que, como ocurriera en Gamonal, este tipo de actos son contestados en numerosas ciudades de su geografía y es que nunca antes en democracia debimos soportar en la geografía peninsular -por decirlo sin ofender a nadie- un gobierno tan nefasto como el que está mostrando la CIU en Cataluña, pues hasta el mismísimo P.P, causante de las decisiones que llevaron por ejemplo a la situación de Gamonal, da marcha atrás cuando es necesario, en una cuestión táctica, suponemos.

Ya se habla del efecto #gamosants
Nos la están metiendo doblada y la esencia no es otra que el neocapitalismo salvaje promovido por un partido popular europeo, dirigido por la inefable Merkel, en connivencia con unos socialistas que también se dejan seducir por los mercados cuando les toca y que han dejado de representar un modelo alternativo. La llevamos clara. Y lo que es peor no hay una solución política alternativa ya que las nuevas contrapropuestas que surgen suelen ser de tipo populista con escasa base ideológica ni fundamento serio o bien movimientos impulsivos de corte violento que ponen en peligro la convivencia.
Ahora bien, entiendo que si que si no hay solución política sí que hay al menos una de tipo social. Se trata de reforzar los mecanismos de control sobre la casta política y en este campo hay mucho que hacer: asociacionismo, libertad de prensa, independencia, reflexión, justicia, etc, etc, aunque todo se puede resumir en algo que hace tiempo que se ha perdido: el sentido común. Vaya un ejemplo de lo más palmario como es el hecho de aprender que si tú remueves un avispero lo más probable es que te acaben picando las avispas. Mucha gente verá la causa del problema en las avispas, incluso mucha otra en cuestiones de identidad nacional pero cada vez más habrá alguno que pensará, como yo, que cómo se puede ser tan g... 

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