lunes, 23 de junio de 2014

Rajoy, o cómo tropezar de nuevo con la misma piedra.

No fue hace mucho. Sería en 1993 cuando las calles clamaban contra la participación española en la guerra de Irak. Se calculaba que aproximadamente un 90% de los ciudadanos de España estaban en contra de una guerra y el índice de popularidad de José María Aznar en el poder caía en picado.
El P.P. se aferraba a su mayoría para llevar a cabo una política de apoyo a la guerra en función de los beneficios que suponía estar del lado de Estados Unidos en su campaña militar, algo que ofrecía apoyos tácticos internacionales, pero gran impopularidad en España. Muchos nos preguntábamos entonces con tremenda perplejidad ¿Cómo puede ponerse un gobierno en contra de la opinión del ¡90%! de los gobernados? la respuesta estaba clara: Todo por el pueblo, pero sin el pueblo.

Una manifestación de 2003. ¡Y parece que se han inventado hoy!
Incluso se habla de la mayor manifestación de la historia
http://www.elperiodico.com/es/no-a-la-guerra/
El resultado final de tanta tensión se distorsionó no obstante, dado que que los resultados de las elecciones posteriores depararon un elemento inesperado como fue el atentado del 11-M que desvirtuó la votación, pero quedan no pocas dudas y la pregunta que nos hacemos es ¿qué habría pasado si no llega a haber atentado? ¿Es posible que el resultado de las elecciones hubiera sido el mismo? o, más incisivamente, ¿puede que el resultado final fuera producto de cuestiones como ignorar al pueblo y no tanto como consecuencia de un atentado?
Por mucho que la situación actual sea diferente a aquella y no haya guerra de por medio, por más que no hay atentado -y esperemos que no lo haya- y por más que la nueva situación de aparición de nuevos fenómenos políticos y sociales hayan provocado un contexto social muy diferente, es inevitable hacerse una pregunta ¿hay algún paralelismo entre aquella situación y la que vivimos hoy en día?.
Aznar no escuchó la voz de la ciudadanía, lo mismo que hoy en día Rajoy hace lo propio. Tanto entonces como hoy la gente pide mayores cotas de participación y que su voz se oiga y además se pide directamente a través del derecho a decidir, cosa que por otro lado interpreto más como un derecho a participar que propiamente a decidir.
El pueblo quiere que se le tenga en cuenta. Hay muchos que no están a favor de grandes cambios como la secesión de territorios o el cambio de modelo de estado, pero que si que consideran necesario que haya consultas, puesto que no consideran que democracia sea igual a la firma de un cheque en blanco para que los políticos hagan de lo que deseen yendo incluso en contra de la opinión de la mayoría aplastante de la ciudadanía, pero eso es algo que en el P.P. parece no interesar.
Pero hay más diferencias entre 2003 y hoy dado que la gente va delimitando su papel y hoy, al margen de pedir una república o la secesión de algunos territorios, lo que la gente busca es ser escuchada, que se le tenga en cuenta, y es que en realidad en aquellos turbios momentos lo que se pedía era ser escuchado y no tanto la salida de una guerra.
En España, como supongo que en otros países del mundo, las reivindicaciones puntuales pueden tener un sentido preciso, pero el mar de fondo de todo ello es un mayor ejercicio de democracia y participación. Al fin y al cabo considero que la sociedad española clama por una democracia más cercana a la madurez, lo cual es cada día más evidente.
Claro que en la superficie de ese mar de fondo lo que encontramos son posturas radicales, tales como la secesión o una especie de vuelta al final de la guerra civil para ver si es posible en una segunda oportunidad derrotar al fascismo. Pero creo que no nos podemos engañar puesto que la España de 2014 no es la de 1939 y la última posibilidad de derrotar a Franco naufragó en tierras del Ebro. Claro que para locura de interpretación de la historia y, por mucho que se empeñen algunos, tampoco es la de 1714 y mucho menos en los términos que se plantean totalmente paranoicos. Un mar de superficie en el que estas interpretaciones sólo son una espuma por cierto bastante mugrienta y trasnochada.
Pero, al margen de interpretaciones delirantes, parece claro que cada vez es más la gente que considera necesaria una mayor participación de la ciudadanía en asuntos esenciales. Gente incluso sensata que vive en su momento y que apuesta por una democracia más participativa. Hablaría del caso catalán o vasco, pero considero más ilustrativo el relativo a toda la nación que supone el debate sobre la monarquía donde los datos son evidentes. En una encuesta publicada en el país el 7 de Junio de 2014 más del 60% de los españoles considera que es un momento para testar a la ciudadanía. 



Procede esta encuesta del diario el País, aunque hay más y todas ellas hablan de más de un 50% de apoyo a la consulta. 
Esto no quiere decir en ninguno de los casos que se apueste por una República dado que el índice de apoyo a un sistema republicano es mucho menor y es una minoría la que se plantea un cambio de régimen, pero subyace la idea de la necesidad de mayores cotas de democracia.
Ya me he pronunciado a favor de la medida de mayor relación con el pueblo como necesaria y creo que el gobierno español se está equivocando radicalmente al no considerarlo como una necesidad. La visión deformadora de la historia de los sectores radicales de la sociedad española está tremendamente equivocada y no vivimos en 1714, como tampoco en 1936, pero entonces le pregunto al P.P ¿vivimos acaso en el siglo XVIII cuando se desarrolló el fenómeno conocido como el Despotismo ilustrado? o un poco más cercano en el tiempo ¿Vivimos en 2003 cuando Aznar se opuso a ni más ni menos que un 90% de la población española?
Ante estas preguntas sólo se me viene a la cabeza ¡ah, horror! una canción de Julio Iglesias.


No aconsejo a nadie que termine de escuchar la cantinela de Pablo Iglesias, -esto perdón, Julio- sólo que se queden con el título de la canción. A algunos hasta les iría bien a nivel electoral. 

jueves, 19 de junio de 2014

Solución: votar.

Cada vez está más claro que los ciudadanos reclaman mayores cotas de participación democrática. ¿Por qué? Pues seguramente porque nuestros queridos políticos, depositarios de la soberanía, han hecho de su capa un sayo y de nuestra soberanía su lucro, en lo que ha sido la principal causa de la crisis en la que nos encontramos. El mal es de fondo y parece que ya poco satisface que Urdangarín, Bárcenas, los implicados de los Eres andaluces u Oriol Pujol -por citar variados- vayan a la cárcel, por lo que la ciudadania tiende a exigir mayores cuotas de control e incluso refundaciones -territoriales, de modelo de gobierno, de partidos, etc, etc-.
Claro que el descontento general ha dado lugar a nuevos fenómenos, unos remedios cuya evolución todavía no hemos comprobado del todo, aunque pudieran ser incluso peores que la enfermedad. El populismo catalanista o el republicanismo mal entendido crecen de forma exacerbada, provocando una visión dual muy complicada en la España actual siendo cada vez más los que se apuntan a aquellas propuestas que generan ilusión de regeneración: un nuevo estado del que partir de cero o un nuevo sistema de gobierno que permita comenzar sin trabas, aunque eso esconde una o, mejor dicho, varias trampas.

Referendum con trampa y cartón
En efecto la propuesta catalana de votar carece en absoluto de cualquier tipo de voluntad de partir de cero, ya que trasciende de ella el fin teleológico preconcebido de la Independencia hasta el punto de prostituir la democracia, ya que se relaciona el medio de votar con un fin como es la independencia. Una estrategia que está triunfando sobre la base del engaño ya que los catalanes y muchos otros españoles, intuyendo el medio democrático, no aciertan a ver que el fin ya está escrito en esas consultas. Algo así como el referendum de pandereta que llevaron a cabo los rusos en Crimea: una utilización de la democracia propia de regímenes que han salido del mundo exsoviético y que no han abandonado hábitos totalitarios.
Parecida estrategia han adoptado grupos de izquierda en todo el país, que han identificado el derecho a opinar sobre el modelo de estado con la dualidad monarquía-república, estando la propuesta final ya escrita: una república de tipo frentepopulista como la que se dejó al final de la guerra civil.
Como historiador no entiendo las burdas manipulaciones que suponen ambos casos, pues en el caso catalán se nos ha vendido una oposición entre España y Cataluña que nunca ha existido históricamente, lo mismo que un sentido de República que es puramente marginal y circunstancial, quedando asociado a la fase final de la guerra del 36.
Para observar esta manipulación no me voy a extender ni voy a ir a buscar documentos extraños, escondidos o hechos ocultos, sino sencillamente alguno de los himnos característicos relacionados con ambos movimientos.
El estribillo del himno de la república o de Riego dice así:

"Soldados la patria nos llamada a la lid, juremos por ella vencer o morir"

Desde luego un sentido del patriotismo que no cuadra en la actualidad con la visión que ofrecen algunos republicanos, ni que cuadraba en algunos sectores de la segunda república, que popularizaron un contra-himno, más conocido, pero que no era oficial y que se resumía en el: 

"Si los curas y monjes supieran la paliza que les van a dar subirían al coro gritando, libertat, libertad, libertad"

Pero ese himno nunca fue el de la República. El bueno, el de Riego hace un llamamiento al patriotismo y define a los patriotas como "los hijos del Cid" y termina diciendo "el ingenio invoca de nuestra nación"
¡Curioso! Continuas alusiones al patriotismo y al nacionalismo español. 


Del mismo modo, otro ejemplo, el himno de Els segadors, el cual proviene de una adaptación de unas coplas que circularon por Cataluña en 1640 y que decían en su origen.

"Cataluña Contat gran, qui t´ha visto rica i plena. Ara el rei nostre senyor, declarada ens té la guerra..."

A mi particularmente me sorprende lo de "nuestro señor", aunque luego más adelante se refiere a "nostre rei". En la adaptación popularizada en el siglo XX y actual versión de els segadors por supuesto ha desaparecido cualquier alusión a nuestro rey o nuestro señor, no vaya alguien a creer que en la guerra de Cataluña, no sólo no se discutía la soberanía del rey sobre Cataluña, sino que incluso se afirmaba, pese a la situación de conflicto bélico del momento y adjunto la letra. 


En fin, evoluciones y tergiversaciones que conllevan una evidente tomadura de pelo y manipulación.
Claro que ¿cuál es la actitud del parlamento español ante todo esto?
Ignorar y como mucho negar unas reivindicaciones que existen, dejando patente que nos encontramos en una situación en la que o bien nos ignora el poder o bien nos engañan los oportunistas. Algo que lleva a la mayoría de los ciudadanos a una situación intermedia en la que, dependiendo del contexto en el que nos encontremos o de nuestra capacidad de pensar, o nos lleva a sentirnos dolidos por la manipulación y apoyar la negación o a sentirnos dolidos por la ignorancia y apoyar la reivindicación de decidir con todas las trampas que proponen los populistas, pero ¿hay otras salidas?. Yo creo que sí.

Soy partidario de votar, pero no de votar interesadas preguntas-trampa, sino votar cuestiones esenciales que devuelvan la soberanía a su legítimo propietario, el pueblo. Al fin y al cabo ésto sólo se puede solucionar reforzando la soberanía nacional a la vez que cumpliendo la constitución, pero ¿es ésto posible?
Se nos vende que Constitución y derecho a decidir son cosas incompatibles. En esto coinciden los manipuladores y los negadores, que curiosamente están de acuerdo en algo, pero no creo que sea así.

En el caso de modelo de Estado nuestra constitución afirma que somos una monarquía constitucional, por lo que una pregunta sobre la República sería, si no ilegal por anticonstitucional, sí al menos alegal. Claro que una pregunta del tipo ¿Aprobaría usted la continuidad de la dinastía actual en la figura de Felipe VI con la posibilidad de que sucesión por vía femenina a través de su heredera Leonor? Y es que creo que estos pequeños matices proponen el máximo respeto a la Constitución a la vez que se plantean algunos de sus principios esenciales.
Se solventarían con ella todos los anhelos y cuestiones técnicas propias de la sucesión, con los cambios constitucionales que hay que hacer, sobre todo con la incorporación de la línea femenina en la sucesión. De paso los republicanos podrían votar que no, lo que llevaría implícito su apuesta por la República. Una república sin prejuicios y conceptos previos y no como la que nos presentan en su referendum-trampa.

En el caso catalán la cosa es algo más complicada ya que afecta directamente a la soberanía nacional, precepto esencial de la constitución. Esto no quita para que no haya una solución. En este caso habría que hacer una pregunta genérica a todo el pueblo español. Algo así como ¿estaría usted dispuesto a ceder la soberanía nacional a los pueblos para cuestiones territoriales?. En el caso de que saliera que sí, ya habría que preguntar directamente a los catalanes ¿quiere usted la independencia?. Sin rollos ridículos, manipulaciones ni prejuicios como los de la pregunta que se ha planteado en el Parlament, con el Si-si emperatriz y las urnas de cartoné que quieren poner quien sabe si en las puertas de las iglesias.  

Está claro que se trata de propuestas realizadas desde el desconocimiento del derecho constitucional y que llevan no pocas dificultades técnicas; aunque es sólo una sugerencia. Ya las perfilarían los expertos. En cualquier caso creo que amas se dirigen a reforzar el reconocimiento al pueblo como depositario de la soberanía, algo más importante que su resultado.
Y tengo dudas sobre el resultado de ambas cuestiones, aunque creo que la única victoriosa sería la democracia.
Eso no quita para que sigan desfilando por la cárcel los políticos corruptos, claro, aunque tampoco estaría de más que se articularan leyes o generaran conciencias para limitar el populismo. Jesús Gil, Artur Más o Pablo Iglesias lo hubieran tenido bastante complicado en su labor política. 

martes, 3 de junio de 2014

15-M, entre la casta y la costra.

Creo que voy a dejar un tiempo de hablar de política. Me hastía.
Ayer me pasé por una manifestación en mi ciudad que pedía un referéndum para que se consultara a los ciudadanos ante la inminente llegada al trono de Felipe VI, algo que comparto plenamente, pues considero que un cambio de esa magnitud debe ser consultado a los ciudadanos, legítimos depositarios de la soberanía nacional, pero sólo en teoría ya que no suelen contar con nosotros para nada. Sin embargo he observado que esta reivindicación no era la mayoritaria en la manifestación que he podido ver.
Recuerdo cuando todo empezó. Era el 15 de Mayo de 2011 y un gran número de ciudadanos, especialmente jóvenes, hartos de la situación en la que se encontraba el país salimos a la calle para denunciar que había unos políticos que no nos hacían sentirnos representados ya que su mensaje distaba mucho de las necesidades reales de la ciudadanía. La consigna fue entonces salir sin banderas, sin símbolos políticos, con la idea única de mostrar un hartazgo que era tan evidente que sólo a través de internet logró reunir a cientos de miles de ciudadanos en toda España que dieron en llamarse o dieron en llamarnos indignados.
Años después, en la manifestación de ayer había banderas -republicanas- y símbolos políticos, de partidos comunistas o de movimientos de la nueva era, por el momento difícilmente clasificables. No me cabe duda que el espíritu de aquel 15-M nada tiene que ver con la manifestación de ayer, por más que la convocatoria se haya realizado desde las redes sociales y haya mostrado cierto sentido espontáneo.

Democracia real YA Madrid.jpg
Sin banderas #democraciarealya
Entonces pedíamos Democracia Real, algo que se ha vuelto a pedir hoy; aunque creo que de aquella reivindicación no queda absolutamente nada. Lo que ayer se pedía en buena parte no era la posibilidad de decidir sobre la continuidad dinástica de los borbones y los cambios constitucionales que se tienen que hacer, sino que se pedía una resolución entre Monarquía y República, aunque matizaría. No se pedía la posibilidad de elegir sobre el sistema de gobierno que debemos tener, sino lo que se pide es la llegada de la III república. Es más, una república que viene ya con su bandera de serie, además de un sentido de república social profunda con profunda carga política. Un sentido de república de izquierdas, social, casi revolucionaria, en la que los que no comulgan con ella sean reducidos y apartados y que aporte un nuevo sentido económico, supongo que de corte igualitarista. Es decir, que lo que se pide es que nos den a elegir es la continuidad de la monarquía y su detestable sistema corrupto o, por el contrario, la nueva utópica tercera república social y revolucionaria capaz de devolver al hombre a su situación de dignidad perdida por la insaciable voracidad del sistema capitalista dominado por una casta oligárquica aliada del poder económico. Y yo que pensaba que se defendería el hecho de que los cambios significativos que afectan a un sistema político sean sometidos a la votación de la ciudadanía en ejercicio de nuestra soberanía...
Y es que no se qué es lo que ocurre con las reivindicaciones democráticas últimamente. En el caso de los catalanes podía entenderse que se puede estar a favor de una consulta sobre el depositario de la soberanía nacional, si este debe ser el pueblo español, los territorios... No sé, supongo que hay muchas formas de atacar el problema, pero no allí lo que se pide es, o continuar con el estado imperialista español que les roba sistemáticamente, o cambiar a la república nacional catalana, igualmente utópica y territorio feliz en el que los males desaparecen. Aunque mucho me temo que tanto en éste como en el caso anterior Avalón no existe.

La trampa del #derechoadecidir
El caso catalán está mucho más evolucionado, no sólo está ya decidido en el planteamiento de la pregunta el depositario de la soberanía (que es implicitamente el pueblo catalán), sino que está decidido subrepticiamente la creación de un estado propio en cualquier caso, pese a que luego otra pregunta añade el término independiente. Pero da igual, porque en esta pregunta y en el proceso lo que subyace es que se tiene que lograr la independencia, si o sí, y la democracia aquí es sólo una excusa.
Con el planteamiento de la tesitura Monarquía o República -popular, social, etc- de la manifestación de hoy ocurre algo parecido. Un planteamiento teleológico que en el fondo es una excusa para reivindicar un cambio radical que nos dirija a la revolución proletaria. En ambos casos la democracia es sencillamente utilizada, para vestir a los que se oponen a ella de intolerantes e inmovilistas, pues sencillamente se oponen al derecho a decidir. Una patraña y una forma de desvirtuar por completo la democracia, que recordemos pasa por asumir la existencia del otro y de sus ideas opuestas a las nuestras.
Me temo que este nuevo sentido de la democracia como medio para alcanzar la revolución del proletariado o de cualquier patria ideal está calando demasiado en España y especialmente en la Cataluña actual. Esto no es la Democracia Real del 15-M o por lo menos yo no lo creo así, es sólo una versión bastarda en el que el fin justifica los medios.
Tras el 15-M comenzaron a darse cuenta los revolucionarios tradicionales de lo útil que podría llegar a ser el movimiento los partidos de izquierda, pero en los primeros momentos no picamos el anzuelo. Incluso Cayo Lara en un intento por capitalizar el movimiento se aproximó a la plataforma Stop deshaucios, pero fue expulsado. Era un movimiento apolítico, con los años hoy I.U exige libremente, yo diría que impunemente, el advenimiento de la III República social, revolucionaria etc y el movimiento indignado lo sigue de alguna forma. Lo han conseguido, aquellos que como una costra le salió a la indignación se pavonean de sus logros.
Una costra que en forma de sindicatos, que no eran sino parte del problema, comenzó a introducirse en los movimientos originales para criticar la reforma laboral y continuó con la llegada de los partidos de izquierda que buscaban acomodo en un movimiento tan atractivo, todo ello se ve hoy superado con las marcas modernas de igualitarismo revolucionario que proliferan en la red y que ya hablan de hacer una alianza estratégica con grupos tradicionales para subvertir el sistema contra la casta establecida. Pero a mí personalmente ni la casta ni la costra me representan. Unos representan un sistema de privilegios para una oligarquía partitocrática, mientras que los otros representan el populismo más vacío e interesado que haya dado la sociedad española en los últimos años. Con ambos la democracia está en absoluto peligro y sólo espero que el sentido común impere y sepa distinguir entre los nuevos extremos que nos proponen. Se puede.

#elreyabdica #IIIRepublica
Vaya por delante que no estoy en contra de las aspiraciones nacionales de nadie, ni tan siquiera contra la revolución del proletariado, me parece todo legítimo menos lo violento; pero contra si lo que me muestro radicalmente contrario es contra la manipulación, el engaño y la prostitución a la que se somete la palabra democracia, algo en lo que la casta y ahora la costra parecen haberse puesto de acuerdo.
Sigo pensando que la continuidad dinástica debería someterse a referéndum, lo mismo que sí la línea de sucesión que debería incluir a las mujeres, pues por suerte nuestro "querido" príncipe sólo tiene hijas. A lo mejor algún día nos permiten votar líbremente los cambios en la constitución, incluso sin la falta de libertad que nos propone el nuevo populismo del derecho a decidir. La DEMOCRACIA lo merece.
Por lo demás el auténtico espíritu del 15-M que es la conciencia social contra el abuso seguirá ahí, porque serán muchas las ocasiones en las que la sociedad no se sienta representada por viejas castas o nuevas costras que aspiran a dirigir nuestros designios de forma taimada. Entonces volveré a hablar de política.

lunes, 2 de junio de 2014

Sintiéndolo mucho, Viva el Rey.

Por suerte a la frase no ha habido que añadirle la coletilla anterior ¡el rey ha muerto! y podrá ayudar incluso a su hijo en su nueva y complicada misión. Eso, si es que seguimos siendo una monarquía constitucional, que hay muchas dudas. Personalmente no soy monárquico -en teoría-, pero tengo que reconocer que la situación política del país no invita a aventuras de tipo republicanas, aunque feo esté decirlo, dado que se confunde un sistema político con una opción determinada y eso es cuando menos excluyente.
Si me tienen que dejar elegir entre cualquiera de los políticos que pudieran presentarse a una hipotética presidencia de la República y el príncipe Felipe, tengo que decir que hoy por hoy prefiero al príncipe y eso que todavía no conozco las virtudes del hipotético candidato a la presidencia de la República.
Claro que también entiendo que debería tener el respaldo social suficiente que lo legitimara y que el propio príncipe debería dar el paso de convocar un referendum. Sería un grave error no hacerlo. Un referendum no sólo es conveniente sino que casi es necesario en la situación actual en las que la crítica a los privilegios está a la orden del día. Sin duda constituiría un primer acto de valentía por parte del nuevo monarca, al cual , por cierto, hemos pagado durante toda su vida para ésto. 
Entiendo que una familia no puede tener el patrimonio de una institución, puesto que supone un privilegio inconcebible en estos tiempos y entiendo que parece una institución poco democrática, ahora bien dadas las circunstancias y puesto que confío menos en los políticos que en el príncipe adelanto mi voto, SI a Felipe VI y, sientiéndolo mucho, tengo que decir que ¡Viva el Rey!, pero eso sí que se vote y de paso que se "bote" a su yerno, que lleva demasiado tiempo estorbando.