Vaya por delante que los acuerdos alcanzados en la cumbre del clima de París son mejor que la nada. Un hecho, incluso histórico, por el que la mayoría de las naciones han llegado a un acuerdo en el que se comprometen a reducir emisiones de una forma más o menos seria durante las próximas décadas.
Según cuentan, un momento histórico. |
Pero no ocultemos tampoco que esconde numerosas carencias. Las resumo en varios apartados, expuestos básicamente en 10. Los pecados mortales que comente la comunidad internacional contra la tierra.
En resumen:
1. Confundir la ecología con un sistema de calefacción.
En resumen:
1. Confundir la ecología con un sistema de calefacción.
La visión que se tiene sobre la temperatura de la tierra y su calentamiento es pueril. Se habla de evitar el calentamiento en 2 grados, como si dispusieramos de un termostato que se puede accionar y apagar a placer. Pero es absolutamente mentira que el ser humano tenga una capacidad de controlar la temperatura en parámetros tan precisos y, encima, sólo sobre la base de la reducción del CO2. Un carbonocentrismo que es en definitiva una tomadura de pelo pues los factores influyentes son muchos más, desde cambios en los mares hasta la influencia del sol, pasando por otros cómo la cobertura vegetal, sólo valorado por su relación con la capacidad de absorción de carbono.
Puede transmitir incluso da la sensación de que pudieran existir no pocos intereses ocultos en estos posicionamientos. Si las interpretaciones negacionistas vienen apoyadas, supuestamente, por intereses de los agentes económicos en los sistemas energéticos clásicos, ¿quien o qué puede haber detrás de lo que se está planteando: ni más ni menos que todo un cambio productivo a nivel planetario?. Una posibilidad de negocio futuro de miles de billones de euros. El auténtico gran negocio del siglo XXI. Algo que se empieza a cuestionar desde planteamientos críticos como es la acusación de mercantilización del clima.
3. Proponer unos planteamientos poco creíbles y realizables.
Claro que la mayoría de los críticos lo son por cuestiones prácticas y no sólo filosóficas. Según la mayoría de los planteamientos ecologistas y de destacados científicos las pretensiones sobre calentamiento son, cuando menos, poco optimistas. No parece creíble que se vaya a conseguir bajar de los dos grados, para ello necesitaríamos que la descarbonización se produjera antes del 2050.
La interpretación casi monográfica de la carbonización y la propuesta de descarbonización parece ser la única receta, pero ¿qué hay de otros factores influyentes? Por citar uno relacionado con la alta tasa de carbono nos quedamos con la pérdida de masa vegetal. No parece que exista intención real de atajar de lleno el riesgo de deforestación, que es extremo. Los países tropicales van a seguir acabando con los bosques a un ritmo tan grande que la vegetación no va a ayudar ni tan siquiera esa descarbonización, cuanto ni más a prevenir otros problemas derivados como la desertificación o el deterioro de suelos.
5. Olvidar la influencia medioambiental de la sociedad de consumo.
Tampoco parece efectiva la política de recomendaciones gubernativas. ¿Dónde quedan otras prácticas que no sean cambiar los malos hábitos industriales? Se olvida, por ejemplo, el consumo, que es clave para evitar el cambio climático. Un ejemplo, si no consumiéramos productos que contuvieran aceite de palma evitaríamos la deforestación de inmensas zonas selváticas. Es necesario un etiquetado adecuado que indique cómo ponemos en riesgo el medioambiente con determinadas compras. Eso por citar sólo un caso.
6. Ignorar otros escenarios posibles.
Y, para carencias, una esencial, científica, y es que los acuerdos de París olvidan que quizá el principal riego en la evolución del clima para el planeta es la interrupción de la circulación termohalina, con especial acento puesto en la corriente del golfo. Queda claro que los planteamientos científicos de la cumbre de Paris no contemplan, ni por asomo, interpretaciones glaciacionistas. Que Dios nos pille confesados si estas estuvieran en lo cierto.
7. No crear mecanismos efectivos de cumplimiento.
Pero no es la única limitación de la cumbre de París. Una de las más criticadas es que los acuerdos no proponen mecanismos de control efectivos, lo que deja en manos de los países su cumplimiento. ¿Alguien piensa que los países en vías de desarrollo van a invertir en un sistema de producción caro, como el que se basa en energías alternativas? o ¿si van a dejar de explotar recursos tan asequibles como los madereros por evitar cuestiones tan dubitativas? Es en la falta de competitividad de prácticas limpias donde se impone la realidad: que las prácticas extractivas son más baratas.
8. Seguir sin dar valor añadido a la ecología.
Y es que, en definitiva, se olvida a los países de economía arcaica. Aquellos que están en vías de desarrollo. Si no se logra que el cambio del sistema sea una vía interesante para el desarrollo, y no una para mantenerlos en el subdesarrollo, no se logra nada. De esta forma nunca se podría ser eficaz en los planteamientos intentando hacer más rentables las prácticas limpias. Es decir, dotar de valor añadido a la ecología.
9. No incidir en la contaminación del planeta.
Otro olvido tremebundo. ¿Alguien ha oído hablar de la contaminación en la cumbre de una forma seria? ¿Qué hay de los vertidos en general, del envenenamiento del agua, de la condena de sed a millones de habitantes? ¿Se soluciona sólo con descarbonización?
10. Desentenderse de otras cuestiones humanas.
Y enlazamos con la décima y última carencia que tiene esta visión sobre el clima y es que no se plantean cuestiones asociadas a la influencia antrópica en el clima ni por asomo. Por poner un ejemplo sencillo, uno de los problemas de fondo es la superpoblación. Sencillamente no cabemos en la tierra y ésto no es una cuestión de sistema productivo, sino de simple espacio vital. Curiosamente las políticas de control de la población son en la base cuestiones ecológicas.
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En definitiva soy tremendamente excéptico sobre la profundidad del cambio en materia medioambiental en esta cumbre de París. No obstante es un paso, habrá que seguir andando.