Los españoles; hasta la fecha, europeos; vemos con terror la situación en la que se encuentra nuestro país. Analizamos la realidad informativa y vemos como la corrupción sacude al partido del gobierno en algunos de sus feudos. Murcia y Madrid son los focos actuales de actuación de los jueces contra las federaciones regionales de un mismo partido, el PP, que demuestra una vez más como de corrompida se encuentra su organización y cómo se actúa de una forma tibia en su control. Tanto y más cuando, paralelamente, surge en el congreso la cuestión de un pacto firmado por el PP para iniciar la investigación en el congreso, o el senado, de financiación del partido, ralentizada por los populares que seguramente no quieren que se aireen sus trapos sucios en público. En cualquier caso un monstruo, y que no salpica exclusivamente a este partido, pero que se visualiza más por el hecho de detentar el poder, lo cual es más grave.
Junto a esta actualidad, ha surgido otra situación, aparentemente ajena a ello, como es el hecho de que los periodistas hayan denunciado prácticas intimidatorias y totalitarias hacia la formación de Podemos, cuyos intregrantes se arrogan la regeneración del país y pretenden ser la punta de lanza, entre otras cosas, de la lucha contra la corrupción. Una corrupción, muy unida a la globalización, de la que Podemos vendrá a salvarnos como Padilla, Juan Bravo o Maldonado, lideres del movimiento comunero frente a los imperiales; aunque en el fondo es otro monstruo situado en el límite de la arbitrariedad y el populismo.
En definitiva, el monstruo del neoliberalismo y la corrupción, frente al monstruo de la indefinición económica y el populismo.
Escila.
Hablamos del monstruo estable, fijo, anclado en un muro, al que los barcos se ven impelidos a chocarse al pasar por el terrible desfiladero de la situación actual. En origen, un monstruo vivo que ha ido fijándose y estabilizándose, como es el mundo actual de la globalización. Sin ningún otro modelo que lo discuta, parece ser la única opción seria de organización económica. Claro que el monstruo sólo puede beneficiar a las minorías y los arriesgados marineros que pasan cerca, sólo pueden aspirar a ser mano de obra, barata, para conseguir mantener la voracidad del monstruo, que se como a la clase media por el camino. También se come a los políticos, fáciles de corromper, merced a que aspiran a formar parte del organismo del monstruo.
Caribdis.
Era una ninfa marina, una diosa, que vino a hacer el bien en forma de protesta ciudadana contra la injusticia, si bien el todopoderoso Zeus, tal vez de apellido iglesias, vino a transformarla en un monstruo que se ubicó a la izquierda del estrecho con la voracidad de tragar todo lo que pasara por delante. Un remolino tremendo, capaz de remover todas las aguas y modificar el tránsito de los barcos, situado frente a Escila, en el único paso existente por el que pasar los navegantes en el estrecho mar de nuestro día a día. Al fin y al cabo, condenados a estrellarnos contra la roca o a ser succionados por el remolino.
La situación.
La situación en general en toda Europa y el Mundo pasa por una situación similar, la roca del neoliberalismo y su lejanía y perjuicios contra el pobre ciudadano han creado el dilema de si chocar contra la roca o aventurarse a navegar por los nuevos remolinos de la política. En otros lugares del mundo, el remolino se llama Brexit, Trump o extrema derecha, al fin y al cabo alguien que agita las aguas mientras pasamos cerca del muro.
En España los navegantes han preferido estrellarse contra la roca ante la inconsistencia del mensaje de Caribdis, pese a que en las primeras elecciones del 16, hubo un pequeño desapego hacia Escila, el miedo a caer en las redes del remolino, nos han llevado una vez más a estrellarnos contra el muro. En los países anglosajones han preferido alejarse de la evidencia, de la roca, ha sucumbido en las redes de Caribdis. Ahora le toca a Europa con sus elecciones nacionales: Escila, los partidos de siempre, Caribdis, la extrema derecha, que Dios nos pille confesados. Algo así como estar entre la espada y la pared, cuya expresión proviene del mito que abordo, aunque con algún matiz diferencial, dado que quien está en esta última situación no tiene visos de escapar. Sin embargo, entre Escila y Caribdis se puede pasar.
La solución.
Una de las Nereidas, Tetis, madre de Aquiles, fue capaz de guiar a los argonautas para pasar entre Escila y Caribdis. Si ellos pudieron, por qué no podremos lograrlo nosotros. El problema es ¿cómo? y la respuesta es que sencillamente lo ignoro, ya que por desgracia ninguna nereida puede venir a guiarnos. Y quizá sea esa la primera lección.
Las constelaciones, los astros-guía, la estrella del norte o la de los reyes magos no existen. Ninguna Tetis nos va a permitir hacer el tránsito. Dejar de creer en las estrellas fugaces es nuestra primera opción. Ninguna rutilante estrella en forma de político mitológico, de Moisés o de Mahoma va a venir a conducirnos por el camino acertado del desfiladero.
Aunque parezca mentira, es mejor confiar en nuestra ignorancia que en la sabiduría de cualquier profeta. Por lo demás, no ponerse nervioso, ya irá viniendo el camino, imagino. Tal vez así no demos el cambio de rumbo definitivo que nos conduzca definitivamente hacia alguno de los monstruos.
En definitiva, el monstruo del neoliberalismo y la corrupción, frente al monstruo de la indefinición económica y el populismo.
Escila.
Hablamos del monstruo estable, fijo, anclado en un muro, al que los barcos se ven impelidos a chocarse al pasar por el terrible desfiladero de la situación actual. En origen, un monstruo vivo que ha ido fijándose y estabilizándose, como es el mundo actual de la globalización. Sin ningún otro modelo que lo discuta, parece ser la única opción seria de organización económica. Claro que el monstruo sólo puede beneficiar a las minorías y los arriesgados marineros que pasan cerca, sólo pueden aspirar a ser mano de obra, barata, para conseguir mantener la voracidad del monstruo, que se como a la clase media por el camino. También se come a los políticos, fáciles de corromper, merced a que aspiran a formar parte del organismo del monstruo.
Caribdis.
Era una ninfa marina, una diosa, que vino a hacer el bien en forma de protesta ciudadana contra la injusticia, si bien el todopoderoso Zeus, tal vez de apellido iglesias, vino a transformarla en un monstruo que se ubicó a la izquierda del estrecho con la voracidad de tragar todo lo que pasara por delante. Un remolino tremendo, capaz de remover todas las aguas y modificar el tránsito de los barcos, situado frente a Escila, en el único paso existente por el que pasar los navegantes en el estrecho mar de nuestro día a día. Al fin y al cabo, condenados a estrellarnos contra la roca o a ser succionados por el remolino.
La situación.
La situación en general en toda Europa y el Mundo pasa por una situación similar, la roca del neoliberalismo y su lejanía y perjuicios contra el pobre ciudadano han creado el dilema de si chocar contra la roca o aventurarse a navegar por los nuevos remolinos de la política. En otros lugares del mundo, el remolino se llama Brexit, Trump o extrema derecha, al fin y al cabo alguien que agita las aguas mientras pasamos cerca del muro.
En España los navegantes han preferido estrellarse contra la roca ante la inconsistencia del mensaje de Caribdis, pese a que en las primeras elecciones del 16, hubo un pequeño desapego hacia Escila, el miedo a caer en las redes del remolino, nos han llevado una vez más a estrellarnos contra el muro. En los países anglosajones han preferido alejarse de la evidencia, de la roca, ha sucumbido en las redes de Caribdis. Ahora le toca a Europa con sus elecciones nacionales: Escila, los partidos de siempre, Caribdis, la extrema derecha, que Dios nos pille confesados. Algo así como estar entre la espada y la pared, cuya expresión proviene del mito que abordo, aunque con algún matiz diferencial, dado que quien está en esta última situación no tiene visos de escapar. Sin embargo, entre Escila y Caribdis se puede pasar.
La solución.
Una de las Nereidas, Tetis, madre de Aquiles, fue capaz de guiar a los argonautas para pasar entre Escila y Caribdis. Si ellos pudieron, por qué no podremos lograrlo nosotros. El problema es ¿cómo? y la respuesta es que sencillamente lo ignoro, ya que por desgracia ninguna nereida puede venir a guiarnos. Y quizá sea esa la primera lección.
Las constelaciones, los astros-guía, la estrella del norte o la de los reyes magos no existen. Ninguna Tetis nos va a permitir hacer el tránsito. Dejar de creer en las estrellas fugaces es nuestra primera opción. Ninguna rutilante estrella en forma de político mitológico, de Moisés o de Mahoma va a venir a conducirnos por el camino acertado del desfiladero.
Aunque parezca mentira, es mejor confiar en nuestra ignorancia que en la sabiduría de cualquier profeta. Por lo demás, no ponerse nervioso, ya irá viniendo el camino, imagino. Tal vez así no demos el cambio de rumbo definitivo que nos conduzca definitivamente hacia alguno de los monstruos.
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