Evidentemente no puedo, ni sé, ni quiero hacer un análisis técnico sobre la sentencia que ha "sufrido" Artur Más y sus compinches, en relación al hecho de fomentar la votación, a todas luces anticonstitucional, del ya famoso 9-N. Tampoco estoy en condiciones de analizar cuestiones políticas, ya que desconozco los entresijos que pudiera haber relacionados con negociaciones ocultas para llegar a este resultado. En cualquier caso, sólo puedo hablar de algunas cuestiones ambientales que se me ocurren, sensaciones que traslucen de la decisión y consecuencias lógicas relativas a la misma. Dos años de inhabilitación por haberse saltado la norma que se supone fundamental del estado de derecho.
1. Ni una legislatura.
A partir de ahora cualquier político de medio pelo, o de pelo entero y sonrisa profident, como es el caso, ya sabe que vulnerar cualquier principio constitucional supone de condena un par de añitos de inhabilitación. Es decir, que un político que vea que sus resultados electorales no han sido buenos, ya tiene una opción de reforzar su posición para las próximas con un buen ataque a la constitución y quizá en la próxima cita pueda conseguir un mejor resultado. Transgredir la constitución se puede llegar a convertir en una nueva arma electoral.
2. La constitución, papel mojado.
Pongamos por caso, una sanción de tráfico. Las consecuencias de saltarse algunas normas de circulación tienen como consecuencia sanciones mucho más graves que saltarse la constitución. Por supuesto cualquier delito penal e incluso delitos administrativos, las tienen. Desde ahora, las normas que rigen la convivencia de todos son efectivamente simbólicas. Pero no es sólo la sentencia. Pongamos por caso el asunto de la soberanía nacional, que es el que subyace. Desde hace ya tiempo los políticos han ignorado continuamente el poder popular, han llevado al salón del congreso debates sobre cambios constitucionales y los han hecho de forma "express" sin consultar a su depositario. La constitución lleva siendo cuestión privada de políticos desde hace tiempo, ahora en realidad sólo pierde un poquito más de legitimidad.
3. A seguir el ejemplo.
Desde el golpe de Estado de 1981 en el que los ciudadanos salieron en masa a defender la constitución hasta ayer, han pasado 36 años más o menos en los que los ciudadanos han ido perdiendo desapego hacia la norma básica hasta el punto de que ha pasado de ser un cuerpo legal a proteger y por el que luchar, a ser un objeto a abatir y sobre el que ciscarse según una voluntad que incluso ya puede ser electoral, la decadencia es evidente. Ahora está en entredicho y más desde ayer, momento en el que parece que ya no existe quien la defienda, pues ni la propia justicia lo va a hacer. La constitución ha perdido fuerza y casi sentido. Eso sí, sólo entre los políticos.
4. El populismo.
Por estas razones y por algunas más, cualquier político que quiera saltarse principios básicos de la constitución puede hacerlo, si es una cuestión popular o manipulada de forma populista, incluso sacará rédito electoral. No sé qué se me ocurre, cuestiones sobre la seguridad, la patada en la puerta, la privacidad, los derechos humanos y sociales... Una norma que sea declarada inconstitucional, puede conllevar como mucho un par de años de inhabilitación y una multa que pagamos todos. ¿Quién va a evitar que se prodiguen este tipo de medidas entre los políticos más populistas? Unas alas al populismo que pueden volverse contra nosotros en el futuro, dado que este es el mayor peligro que se cierne sobre las democracias en el siglo XXI.
5. ¿Posible acuerdo?
Claro que existe la posibilidad de que, detrás de la sentencia, hubiera algún tipo de acuerdo político en relación a la postura de los nacionalistas, a fin de atemperarlos o para solucionar el supuesto problema catalán. Pero esos sería incluso peor, pues supondría la más completa rendición de los poderes públicos ante el poder político. ¿Puede estar la constitución tan al servicio de intereses políticos?
En cualquier caso jaque a la constitución, no sabemos si jaque mate o no. Los políticos tienen toda la facultad para vulnerarla, abrir el melón es esto y no platearse cambiarla o modificarla seriamente. En fin, que sólo se me ocurre acabar, como decía el chiste, con un "Viva la constitución", pero que no viva tan lejos.
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